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El genocidio cultural del siglo XXI

Hace 80 años, cuando ocurrió el Holocausto nazi, el mundo dijo “nunca más”. Los humanos habíamos aprendido que una masacre de esa magnitud no se podía repetir. Sangre y lágrimas cubrían las calles como si de una marea roja de dolor se tratase. Los libros de historia atraparon esos sucesos, con el fin de transmitir a las nuevas generaciones lo ocurrido para que no volviera a suceder.

Sin embargo, desde el año 2016, más de una veintena de mezquitas han sido demolidas en la región de Sinkiang (noroeste de China) y más de 3 millones de uigures musulmanes están encerrados en campos de concentración. China se refiere a ellos como “campos de reeducación”. Pese a esto, los vídeos filtrados muestran la realidad.

La situación ha vuelto a ser noticia después de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), denunciara que el gobierno chino estaba deteniendo en masa a miembros de esta etnia, y mencionara por primera vez la existencia de los “campos de reeducación”.

El Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial expresó que la cifra de afectados es de decenas de miles y que puede llegar hasta el millón. No obstante, a pesar de la preocupación internacional por las desapariciones, las autoridades de Sinkiang han legalizado estos centros. Además, el gobierno de la región, asegura que los centros abordarán el extremismo a través de la “transformación del pensamiento”.

¿QUIÉNES SON LOS UIGURES?

Los uigures son musulmanes y se ven a sí mismos como una etnia y cultura más cercana a las naciones de Asia Central que a China. Viven en Sinkiang (Región Autónoma Uigur de Sinkiang), una región autónoma de China.

También hay una considerable presencia uigur en los países de Asia Central limítrofes con dicha región, sobre todo en Kazajistán, Kirguizistán y Uzbekistán.

La economía de Sinkiang ha girado durante siglos en torno a la agricultura y el comercio. Pueblos de la región se llegaron a erigir como núcleos comerciales en la Ruta de la Seda. Sin embargo, a inicios del siglo XX, los uigures declararon la independencia. Está resultó ser efímera, ya que el área quedó bajo el control de China en 1949. En ese entonces comenzó un éxodo que no se ha detenido.

¿POR QUÉ SON MOTIVO DE POLÉMICA?

En Sinkiang, más del 50% de su población está compuesta por uigures y kazajos. Ambos grupos étnicos profesan la religión musulmana. A parte de esto, sus más de 9 millones de personas ejercen una oposición a la “preponderancia cultural impuesta por el Partido Comunista de China” en la región y albergan un fuerte sentimiento de independencia.

El islamismo es la religión que predomina, y por esto las autoridades chinas han prohibido la práctica religiosa en todo el territorio. Al mismo tiempo, el ejecutivo chino ha introducido tecnologías de reconocimiento facial o análisis de datos para vigilar a sus habitantes.

¿DE QUÉ LOS ACUSA CHINA?

El gobierno central asegura que los militantes uigures están promoviendo una campaña para conseguir un Estado independiente a través de conspiraciones. Desde el ataque a las Torres Gemelas, China presenta a los uigures como ayudantes de al-Qaeda y afirma que recibieron entrenamiento en Afganistán, aunque no tengan pruebas.

Por otro lado, China quiere el control total de Turkestán Oriental, ya que depende económicamente de la misma. De hecho, numerosos recursos críticos provienen de esta región. Es rico en recursos energéticos, ya que representa el 40% de las reservas de carbón de China, el 20% del petróleo y el gas de China y el 20% de la energía eólica potencial de China. Turkestán Oriental también tiene una ubicación geográfica estratégica y es la provincia más grande de China.

Lo que están haciendo es realmente una limpieza étnica. El país que ha acogido a más uigures ha sido Turquía con 50.000 uigures. Países como Egipto han mandado los uigures de vuelta a China.

DESTRUCCIÓN DE MEZQUITAS

El gobierno de Xi Jinping ha llevado a cabo un levantamiento de la cultura e identidad de los uigures y kazajos ya que se han denominado como “Estado excavadora”. El Instituto Australiano de Política Estratégica denuncia que 8.500 mezquitas han sido destruidas completamente y otras 7.500 dañadas.  Un ejemplo de esta destrucción es la mezquita de Kargilik, la más grande del territorio, recordada por sus impresionantes torres, su entrada y la belleza de su jardín interior. En ella se reunían habitantes de varias poblaciones hasta que fue completamente arrasada.

“Ahora mismo hay menos mezquitas en Sinkiang que en cualquier momento después de la Revolución Cultural, y creemos que la mayoría de las que permanecen ya no están abiertas para el rezo, pero no podemos cuantificarlas desde el espacio”, critica Nathan Ruser.

Además de esto, un millar de monumentos islámicos han sido desmantelados y decenas de cementerios han sido arrasados, dejando al descubierto restos humanos fuera de las tumbas.

CAMPOS DE REEDUCACIÓN

Sinkiang alberga el sistema de violación de derechos humanos más grande y complejo del siglo XXI. “La magnitud de los detenidos es de al menos 3 millones de ciudadanos, sobre una población de 10 millones”, contó un funcionario del Departamento de Estado Estadounidense.

Dentro de estos campos, uigures, kazajos y otros miembros de minorías islámicas son sometidos a condiciones inhumanas, donde se los reeduca para convertirlos en ciudadanos chinos. Un reportaje de Reuters describe que los prisioneros son “torturados durante los interrogatorios forzados a vivir en celdas abarrotadas dónde no tienen espacio ni para dormir y son sometidos a un brutal régimen diario de adoctrinamiento que llevó al suicidio a algunas personas.”

Los reclusos pasan meses o años de adoctrinamiento e interrogatorio para transformarlos en partidos seculares y leales del partido. Algunos de los ex detenidos han afirmado ser encadenados a sillas y privados de sueño. Describieron vivir en condiciones carcelarias y ser severamente castigados. Todos sus movimientos son monitorizados. También son sometidos a un adoctrinamiento político. Esto incluye recitar las leyes chinas y políticas del Partido Comunista, así como cantar el himno nacional y otras canciones tradicionales. A los que no memorizan las líneas se les niega comida. Se ven obligados a renunciar a su religión, participar en sesiones de autocrítica e informar sobre otros reclusos, familiares y vecinos.

Estos campos, cuentan con guardias armados, puertas con doble candado y cámaras para evitar la huida de los prisioneros. Para poder irse, deberán obtener un buen puntaje de conocimiento en las doctrinas que les imponen.

REPRESIÓN DE LAS MUJERES

En estos campos, las mujeres uigures son esterilizadas forzadamente, algunas han sido violadas por guardias y muchas obligadas a casarse en contra de su voluntad. Se trata de una campaña para reducir la tasa de natalidad, en la que las mujeres están siendo sometidas a prácticas como la implantación de un DIU, aplicación de anticonceptivos, abortos forzados y detenciones masivas.

“Me patearon muchas veces en el vientre durante los interrogatorios”, confirmó Tursunay Ziyawudun, ex detenida. Esta afirmó ser víctima de inyecciones hasta que dejó de tener el período. Además, la patearon muchas veces en el vientre. Tras esto, no puede tener hijos y a menudo sufre dolores y sangrado vaginal.

“Tener demasiados hijos es motivo de detención”, afirma Gulnar Omizakh, una kazaja nacida en China que, al tener su tercer hijo, cuatro hombres con ropa militar llamaron a su puerta para anunciarle que su esposo había sido detenido y que solo tenía tres días para pagar una multa de 2.685 dólares por tener más de dos hijos. Si no lo hacía, seguiría los pasos de su esposo, y sería encerrada en un campo de reeducación.

Conjuntamente, más de 500.000 niños uigures han sido separados de sus padres y encerrados en orfanatos o prisiones de niños.

Esto deja en evidencia las brutalidades que los seres humanos pueden ejercer sobre otros, por racismo, religión, y un largo etcétera. En pleno siglo XXI se vuelve a repetir la historia que, según nos han contado, pertenecía al pasado, y hemos evolucionado. Las injusticias deben ser denunciadas, y nosotros tenemos el poder de darles voz.

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