La Eutanasia ha sido un método que ha causado controversia a lo largo de los años. Por definición, se trata de “la acción por la que un profesional sanitario pone fin a la vida de un paciente deliberadamente y a petición de este, por causa de un padecimiento grave, crónico e imposibilitante o enfermedad grave e incurable, causantes de un sufrimiento intolerable”.
Muchas veces los grupos en contra de esta práctica han alegado que el interesado no actúa libremente en todas las ocasiones, si no que puede ser causa de presión externa. Sin embargo, el proceso es extremadamente cuidadoso. Si está consciente, el interesado debe solicitar la eutanasia dos veces por escrito, separados por plazos de 15 días y debe hacer patente que no es “resultado de ninguna presión externa”. Después de la primera solicitud, el médico deberá realizar un proceso de diagnóstico, posibilidades terapéuticas y resultados esperables, así como posibles cuidados paliativos. Tras esto, el paciente deberá confirmar su intención. Después de la segunda solicitud debe haber una reunión médico-paciente para asegurar que es consciente de lo que pide. Por tanto, serían cuatro veces las que el paciente confirmaría su voluntad. Para más seguridad, después de la comisión de evaluación, el paciente deberá volver a dar su consentimiento. Además, este puede detener el proceso cuando desee.
Por otra parte, hay que señalar que el proceso no es precipitado. El paciente tendrá primero 15 días entre las dos solicitudes. Después, 24 horas hasta que el médico consulte con un especialista ajeno. Este tendrá hasta 10 días para contestar. Luego podrán pasar tres días hasta que se comunique a la comisión de garantías. La dirección de la comisión podrá tardar otros dos días en nombrar a los expertos para evaluar la petición, y estos tendrán otros siete para decidir y dos más para comunicar su resolución. En total, pueden pasar 40 días desde la primera solicitud hasta que el médico reciba el visto bueno, a lo que hay que sumar unos días no concretados para el acto de la eutanasia.
La eutanasia siempre es solicitada por el paciente. No se puede solicitar en nombre de un familiar. Aunque se desee hacer, para evitar el sufrimiento y sea un planteamiento hecho desde el cariño, no hay que decidir sobre las vidas ajenas. Asimismo, en general, la eutanasia no acorta la vida de las personas enfermas, sino que la prolonga. Disponer de esa opción, les aporta a los enfermos una tranquilidad que les ayuda a soportar la enfermedad. La mayoría de personas que disponen de esta salida, no llegan a tomar la decisión y mueren de forma natural.
Hay que tener claro algunos conceptos que habitualmente se confunden. La eutanasia implica siempre la intervención directa de un médico. En el suicidio asistido, sin embargo, es el propio enfermo el que pone fin a su vida mediante la ingesta de un fármaco. La sedación terminal, por el contrario, no produce la muerte como tal, sino que alivia el dolor en los momentos finales del paciente que padece una enfermedad terminal. El objetivo de la sedación es conseguir el mayor bienestar físico, psicológico y espiritual del enfermo en sus últimos momentos.
Según todas las encuestas realizadas, tanto en España como en Europa, la mayoría de la población está a favor de la regulación de la eutanasia. A pesar de esto, en la actualidad, la eutanasia es legal tan solo en seis países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, España, Canadá y Colombia. Hay otros, donde la muerte del paciente se concibe, pero no a través de la eutanasia, sino con suicidios asistidos u otras fórmulas, como por ejemplo en Suiza. Todos estos países tienen diferentes requisitos para poder realizar estas prácticas. En la mayoría coinciden los siguientes casos:
EUTANASIA EN ESPAÑA
El 17 de diciembre de 2020, el Congreso de los Diputados aprobó la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Por fin, después de décadas, se da vía libre a una ley por la que numerosos grupos luchaban sin desistir. Anteriormente, el Código Penal preveía condenas de varios años de prisión para cualquier persona que actuara como cooperadora en la muerte de otra, aunque esta última lo haya pedido libremente.
El proyecto ha obtenido un amplio respaldo, con 198 votos a favor, 138 en contra y dos abstenciones. Solo la derecha (PP, Vox y Unión del Pueblo Navarro) se opuso. Sin embargo, en España se practican eutanasias clandestinas desde antes de su aprobación. Un estudio de la OCU en el 2000 reveló que uno de cada diez médicos en España reconoce haber ayudado a morir a sus pacientes. Además, todas las encuestas revelan que una amplia mayoría de la ciudadanía apoya la despenalización de la muerte asistida. Las más reciente, de Metroscopia y de Ipsos, elevan el apoyo al 87% y 85.
En noviembre de 2018, el Colegio de Médicos de Bizkaia publicó una encuesta entre sus colegiados, que lleva el apoyo a la eutanasia entre estos profesionales al 86%. Dos de cada tres aseguraron que no se acogerían a la cláusula de objeción de conciencia. Meses después, se sumaron los colegios de médicos de Tarragona, Madrid y Las Palmas. Por el contrario, la Organización Médica Colegial se ha manifestado en contra, igual que la Iglesia católica y el Comité Español de Bioética. Las asociaciones de pacientes no tienen una postura definida y lo dejan a la decisión de cada afectado.
En 2018, por primera vez, se admitieron dos proyectos de despenalización en el Congreso de los Diputados. Y aunque contaban con suficiente apoyo, el voto en contra de los grupos conservadores bloqueó su tramitación. Por último, en 2020 se tramitó por primera vez la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia y el 17 de diciembre fue aprobada. Aún tiene que ser tramitada por el Senado, donde también cuenta con apoyos. Se cree, pues, que entrará en vigor a mediados de 2021.
De esta manera, queda despenalizada la eutanasia en nuestro país. La nueva norma tiene dos modalidades: la eutanasia como tal y el suicidio asistido. Se podrá realizar tanto en el domicilio particular, como en las residencias. Por otro lado, para poder optar a ambas modalidades, bastará con ser mayor de edad y tener la nacionalidad o el permiso de residencia en España, así como un año mínimo de empadronamiento, entre otros requisitos.
EL CASO DE ÁNGEL HERNÁNDEZ: EL HOMBRE QUE AYUDÓ A MORIR A SU MUJER
Ángel Hernández, militante izquierdista durante el tardofranquismo y la transición y antifascista republicano, conoció la cárcel y el exilio antes de conocer a la mujer de su vida. Sobre su caso, la Fiscalía dio a conocer el 28 de octubre de 2020 la solicitud de seis meses de cárcel por un delito de cooperación al suicidio. Él anunció que no se opondría a su indulto. Participó en la concentración que la asociación Derecho a Morir Dignamente celebró en las puertas del Congreso, a favor de la ley de regulación de la eutanasia, ya que se trataba de una iniciativa por la que llevaba años luchando.
Ángel Hernández era el marido de María José Carrasco, enferma de esclerosis múltiple y, durante tres décadas fue su voz, sus ojos, sus brazos y sus piernas. Ángel grabó treinta vídeos para documentar el sufrimiento de su pareja, quien ya no podía aguantar más, pese a la ayuda de la morfina. María José murió el 3 de abril de 2019 en su domicilio cuando, estando solo el matrimonio en la vivienda, y tras el deseo de acabar con su vida, Ángel vertió en un vaso pentobarbital sódico, y se lo dio a su mujer. A los diez minutos falleció.
Tras estos hechos, Ángel fue acusado de un delito de cooperación al suicidio. Su caso se puso en manos de un Juzgado de Violencia sobre la Mujer por una decisión que, según él, criminaliza a los defensores de la muerte digna y desprestigia tanto a la lucha feminista, como a los juzgados especializados en agresiones machistas. Para demostrar que cuidó a su mujer hasta que la situación fue insostenible, decidió grabar el vídeo Mi violencia de género, al que se ha tenido acceso público. Las imágenes, dramáticas, reflejan su dolor y son el mejor argumento a favor de la muerte digna. A sus setenta años, quiere seguir viviendo sobre todo para batallar por un derecho que sigue provocando el sufrimiento de tantos enfermos incurables.