“¡Vete al médico!”. Esas han sido las palabras que se han aclamado en el Congreso el pasado miércoles 17, tras la intervención de Íñigo Errejón, el diputado de Más País, cuando hablaba de la importancia de actualizar la estrategia de salud mental en el país, y doblar el número de psicólogos en sanidad pública. Asimismo, el diputado compartió un vídeo del momento desde su perfil de Twitter en el que señaló que esta frase “Demuestra más lo que queda por hacer. Nunca más el estigma ni la vergüenza”.
“Hay que doblar el número de psicólogos en la salud pública porque alguien que te eche una mano cuando estás solo y lo pasas fatal no puede ser un lujo para quien se lo pueda pagar”, afirmaba el diputado. De esta manera, continuaba argumentando que “No nos tenemos que ir tan lejos. Si yo le digo diazepan, valium, tranquimazin, ¿por qué todos sabemos de qué estoy hablando? Si estuviera hablando de medicamentos para el riñón o el hígado no los sabríamos. ¿En qué momento hemos normalizado que para que nuestra sociedad funcione tenemos que vivir permanente medicados?”.
El grito de “¡Vete al médico!”, cuando el diputado finalizó su intervención, parece de lo más desafortunado y desagradable, pero, nos ha hecho replantearnos una vez más, que la salud mental es vista como irrelevante, y su tratamiento, como innecesario, así como lo sienten muchas personas que son incapaces de pagárselo, o se lo comunican a sus familiares sin esperanzas de que les apoyen.
La salud mental, incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Afecta en la forma en que pensamos, sentimos y actuamos en nuestra vida cotidiana. También, ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones. Es importante en todas las etapas de la vida, desde la niñez hasta la vejez. La salud mental es indispensable para: enfrentar el estrés de la vida, estar físicamente saludable, tener relaciones sanas, contribuir a su comunidad, trabajar productivamente o alcanzar un completo potencial. Incluye un doble componente: el de nuestro bienestar como individuos, que se centra en el componente psíquico, y el de nuestro bienestar en las relaciones con los demás, que se centra en el componente social.
Las enfermedades mentales, en contraposición, son afecciones graves que pueden afectar nuestra manera de pensar, así como a nuestro humor y comportamiento. Pueden ser ocasionales o de larga duración. Pueden afectar a nuestra capacidad de relacionarnos y actuar. Son más comunes de lo que imaginamos. Las personas con trastornos de salud mental pueden mejorar y muchas de ellas tienen la posibilidad de recuperarse por completo. Hay muchos factores que pueden afectar a la salud mental, incluyendo aspectos del día a día, tales como: factores biológicos (genes o química del cerebro), experiencias de vida (traumas o abusos), antecedentes familiares, estilo de vida, relaciones tóxicas, situaciones límite, etcétera.
Por otro lado, hay que señalar que cuando se trata de emociones, es difícil diagnosticar qué nos sucede. Pero, los problemas de salud mental tienen signos de advertencia, que muchas veces relacionamos con ideas equivocadas, como: cambios en los hábitos alimenticios o de sueño, aislamiento, falta de energía, sentimiento de vacío, dolores o molestias inexplicables, impotencia, ingesta de sustancias tóxicas a un nivel mayor de lo habitual, confusión, aumento de la sensibilidad, despistes inusuales, cambios de humor severos, pensamientos o recuerdos intrusivos.
Los trastornos mentales pueden tener duración corta o afectar a una persona durante meses, años, o, en algunos casos, de por vida. Hay muchos tipos distintos de trastornos mentales. Los más conocidos son los trastornos del desarrollo (autismo, trastorno de déficit de atención o discapacidad intelectual), trastornos emocionales (estrés, ansiedad, depresión o trastorno obsesivo-compulsivo), trastornos de la conducta alimentaria (bulimia o anorexia), trastornos de las conductas adictivas y los psicóticos y bipolares. La manera de saber de qué se trata y obtener un diagnóstico correcto, es pedir ayuda a un profesional. Para esto, hay que recordar la existencia de profesionales de la salud especializados en la salud mental: los psicólogos y los psiquiatras.
A pesar de su importancia, la salud mental es una de las áreas más desatendidas de los sistemas de salud pública, según la OMS. Cerca de 1.000 millones de personas en el mundo viven con un trastorno mental y una de cuatro personas podría sufrirlo a lo largo de su vida, aunque aproximadamente el 60% no buscará ayuda. Así, el suicidio, es la segunda causa de mortalidad más común entre jóvenes de 15 a 29 años. De esta manera, este organismo señala que para mejorar la salud global es necesario que los tratamientos sean más económicos y accesibles para todo el mundo, y aboga por la “integración de la atención de la salud física con la mental, porque no hay salud sin la salud mental”.
En 2013, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó un plan de acción integral sobre salud mental. En el marco del Plan, los Estados Miembros de la OMS se comprometen a adoptar medidas específicas para mejorar la salud mental y contribuir al logro de los objetivos mundiales. El objetivo general es: promover la salud mental, prevenir trastornos mentales, dispensar atención, mejorar la recuperación, promover los derechos humanos y reducir la mortalidad, morbilidad y discapacidad de personas con trastornos mentales. Está centrado en cuatro objetivos principales orientados a: reforzar el liderazgo y la gobernanza eficaces en lo concerniente a salud mental; proporcionar en el ámbito comunitario servicios de salud mental y asistencia social completos; poner en práctica estrategias de promoción y prevención en el campo de la salud mental; fortalecer los sistemas de información, datos científicos e investigaciones sobre la salud mental.
Con miras a alcanzar sus objetivos, el Plan de acción propone y pide la adopción de medidas claras. Además, permite a personas con trastornos mentales: acceder a los servicios de salud mental y bienestar social; recibir tratamiento dispensado por personal sanitario; participar en la reorganización, prestación y evaluación de servicios; obtener mayor acceso a las prestaciones públicas de invalidez y a los programas de vivienda y medios de subsistencia, así como participar más activamente en los trabajos y la vida de sus comunidades.
LA SALUD MENTAL DE LOS ESPAÑOLES
Los datos arrojados por el último barómetro del Cis, señalan que 6 de cada 10 españoles padecen síntomas de depresión y ansiedad, y que hasta 10 personas se suicidan al día en España.
En 2016, los investigadores realizaron una encuesta personal domiciliaria a más de 5.000 personas. Sus resultados fueron que el 19.5% de las personas estudiadas (una de cada 5) presentó un trastorno mental en algún momento de su vida y un 8.4% en el último año. El trastorno mental más frecuente fue el episodio depresivo mayor con 3.9% de prevalencia-año y 10.5% de prevalencia-vida. Le siguen la fobia específica, el trastorno por abuso de alcohol y la distimia (trastorno del estado de ánimo).
Los factores encontrados asociados con padecer un trastorno mental son el sexo femenino, estar separado, divorciado o viudo y estar desempleado, de baja laboral o con una incapacidad. Los trastornos mentales son frecuentes en España, con una prevalencia-vida del 20% de la población adulta. Las mujeres, los jóvenes, los que tienen menos educación y los desempleados son los grupos poblacionales con mayor riesgo y que precisan una mayor atención sanitaria.
SALUD MENTAL Y CORONAVIRUS
El coronavirus ha provocado un gran cambio en nuestra vida. Una de las secuelas ha sido el incremento del estrés psicológico; los temores sobre los impactos del virus en la salud; las preocupaciones por los miembros de la familia; el aislamiento social extendido; los problemas económicos y la incertidumbre.
Una encuesta reciente de la organización Mental Health Research Canada señala que la salud mental se ha visto gravemente afectada durante la pandemia, y ha habido un incremento en las tasas de ansiedad y depresión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió a mediados de mayo del 2020 que la crisis del coronavirus y sus consecuencias provocarían un aumento de los suicidios y de los trastornos, y pidió a los gobiernos que no dejasen de lado la atención psicológica. Detectó un incremento de la angustia de un 35% en China, un 60% en Irán o un 40% en Estados Unidos, tres de los países más afectados.
Entre los colectivos más vulnerables se encuentran los profesionales que han estado más expuestos al virus; las personas contagiadas por el coronavirus; los familiares que no han podido despedirse de sus seres queridos fallecidos a causa del Covid-19; las personas que han tenido o tendrán graves dificultades económicas; las personas con problemas de salud mental previos; y los niños o adolescentes, acostumbrados a salir a la calle y relacionarse.
Entre los problemas ocasionados por la pandemia, podemos destacar el “síndrome de la cabaña”. Es el miedo que se produce por cambiar de entorno, aunque este último no fuese favorable para el individuo. Ocurre porque el cerebro se habitúa a un ambiente en particular, por ejemplo, su casa. Es una de las consecuencias directas que ha causado el confinamiento sobre gran parte de la población. Este síndrome implica el miedo a contactar con otras personas fuera del hogar y el temor a realizar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de casa o viajar en transporte público
Con estos datos, debemos percatarnos de que la salud mental es necesaria para el desarrollo común de la vida social y personal. Para mejorarla se necesita un acceso a la misma para todos los sectores sociales, a través de un aumento del número de psicólogos en la sanidad pública. Conjuntamente, promover la realización de actividades que conciencien de la importancia de la salud mental, tales como charlas en escuelas o empresas. Todo ello, con la consecución de que cualquier persona tenga la posibilidad de acudir a un profesional cuando padezca alguna dolencia mental, así como acude cuando tiene una dolencia física, y poder hablar de ello abiertamente.