Contra todo pronóstico, los docentes hemos terminado nuestro segundo trimestre y damos paso al tercero y último del año. En septiembre pensábamos que no llegaríamos ni a navidades, pero aquí estamos, a menos de tres meses de acabar. Eso sí, no ha sido ningún camino de rosas, ni para los niños, ni para los padres, ni para nosotros.
Recordemos que el año pasado a estas alturas estábamos confinados, la única salida permitida era la del balcón a las 8 de la tarde para aplaudir, momento en el que siempre había alguien que cantaba o hacía algo que nos hiciera olvidar que estábamos encerrados. A estas alturas, los profesores y maestros estábamos intentando llegar a nuestros alumnos a través de medios telemáticos que en muchas ocasiones eran inviables, lo que nos llevó a unos resultados un poco peculiares donde pocos eran los que estaban contentos, tanto con las notas como con la calidad y cantidad de lo aprendido.
Por todo esto, cuando empezamos en septiembre, los docentes nos preparamos para otro posible confinamiento, añadimos un plan para ello en nuestra programaciones y variamos los medios y los instrumentos con los que poder evaluar y calificar el proceso enseñanza- aprendizaje. Además, siguiendo los protocolos que creaba cada centro, se evitaba el contacto, con lo que al uso de mascarilla y de gel, añadíamos el limpiado de mesas (en muchas ocasiones a cargo del profesorado) y el uso de nuevas plataformas para el desarrollo de las clases. Así, donde antes el profesor mandaba unos ejercicios y alumnos entregaban las hojas con las actividades hechas, ahora las actividades se planifican para que sean subidas directamente a la plataforma, lo que en muchos casos se complica por falta de red o dispositivos.
Los alumnos, y también los profesores, nos hemos tenido que familiarizar con plataformas para subir audios, fotos, pdf, vídeos o conferencias en directo; algo que hemos tenido que hacer en tiempo récord, adaptándonos a los diferentes escenarios: confinamientos constantes de parte de una clase, confinamientos de clases enteras o alumnos sueltos que no venían unos días por encontrarse con algo de tos o mocos.
A la adaptación metodológica le sumamos que nos hemos tenido que ir adaptando a los cambios legislativos por parte de los gobiernos estatales y autonómicos, pues en mayor o menor medida afectaban tanto a la parte afectiva y emotiva de los niños; como a las posibilidades de acceder a ciertos recursos: si la biblioteca está cerrada, no podemos pedirle a un alumno un trabajo de investigación; o si a partir de las 6 no se pueden comprar artículos de librería, no podemos pedir una cartulina de un día para otro.
No obstante, todo lo anterior se queda en minucias si valoramos aspectos mucho más impactantes, aspectos que nos han dejado imágenes que seguro quedarán estampadas en los libros de historia, pues nadie podrá nunca olvidar ese invierno en plena ola de frío con las ventanas y puertas abiertas en los colegios, lloviendo y entrando el agua dentro, los alumnos con ropas de abrigos y mantas; hubo días en los que no se pudo dar clase, simplemente estuvimos intentándolo, pero ni mi voz era más alta que el sonido de los granizos ni el frío permitía a más de uno escribir con una letra legible.
Otro de ellos es el uso obligatorio y normalizado de la mascarilla, pues aunque algún quebradero de cabeza sí nos ha dado, en la mayoría de los casos, los niños han ido con su mascarilla puesta desde por la mañana. Para los profesores el uso de mascarilla nos ha acarreado alguna que otra afonía, pues debemos forzar más la garganta para que el sonido llegue al último de la fila, pero lo hemos conseguido. El uso continuado del gel hidroalcohólico se ha implantado ya por sistema, los alumnos sacan su gel casi sin darse cuenta justo después de tocar algo que no es suyo, lo que nos ha facilitado bastante el trabajo. Pero lo más difícil ha sido evitar el contacto, prohibir los abrazos, los besos, los juegos de contacto en el recreo o en las clases de Educación Física; no obstante, lo hemos conseguido.
A pesar de los pesares, a pesar de que ha habido olas con muchos confinamientos y cuarentenas; hemos podido seguir, hemos podido acabar dos trimestres y creemos que acabaremos bien el tercero, pues ya todo está tan normalizado que los alumnos me comentan que se asustan al ver películas donde los personajes se acercan sin mascarilla.
Está siendo un curso muy complicado, es completamente distinto del anterior, pero no más fácil; está siendo un curso en el que profesores, padres y alumnos estamos aprendiendo día a día y estamos intentando acabar de la mejor manera, que no sería con altas calificaciones, sino con buenas evaluaciones de un proceso de eneñanza- aprendizaje, desarrollando las competencias necesarias para saber ser, saber estar y saber hacer; pues de estos jóvenes depende el futuro de esta sociedad, no es poco lo que tenemos en juego y ahora se construyen los cimientos, con su formación integral.