El Ejército de Israel y las milicias palestinas Hamás y Yihad Islámica se enfrentan desde el pasado lunes, 10 de mayo, en una contienda que acumula más de 200 víctimas mortales, la mayoría por los bombardeos de la aviación y la artillería israelí sobre la franja de Gaza. Los intentos de mediación internacionales, especialmente de Naciones Unidas, Egipto y Qatar, han fracasado por el momento. Para finalizar la contienda, Hamás pide la retirada de los soldados de la mezquita Al Aqsa e Israel quiere finalizar su ofensiva contra los mandos de las milicias, sus bases y los túneles de aprovisionamiento. El domingo, el secretario general de la ONU, António Guterres, hizo un llamamiento a israelíes y palestinos a un “alto el fuego”, ante el riesgo de un conflicto incontrolable y una crisis humana de consecuencias arrolladoras. Las hostilidades han alcanzado un nivel de violencia no visto desde el conflicto de 2014.
Sin embargo, para entender el conflicto, tenemos que remontarnos años atrás. Hace unos 100 años, dentro del judaísmo empezó un movimiento llamado sionismo, que pretendía crear un Estado Judío, y como necesitaba un lugar para establecerse, escogieron el Monto Sion (Jerusalén). El problema es que allí ya vivía gente, los árabe-palestinos. De 1881 a 1939, se trasladaron 447.000 judíos a Palestina. Aquí entran los británicos, pues tras la Primera Guerra Mundial, pasan a controlar la zona por el Mandato británico de Palestina, encargados por la Sociedad de Naciones (ONU). El 9 de noviembre de 1947, la ONU aprueba el Plan de Partición de Palestina, que en aquel momento aún estaba bajo la administración británica. La propuesta de las Naciones Unidas establecía la creación de dos estados, uno árabe-palestino y otro judío. Debido a su significación religiosa, Jerusalén y sus alrededores quedarían bajo un régimen internacional. Israel aceptó el plan, pero no contó con la aprobación del mandato británico ni fue aceptado por los árabes. El descontento de la comunidad árabe tuvo como consecuencia un estallido de violencia que provocó alrededor de un millar de muertos.
Comenzó una guerra que terminó con la victoria del “Estado de Israel” y la declaración de su independencia el 14 de mayo de 1948. Al día siguiente, los cinco países árabes vecinos a Israel (Líbano, Siria, Egipto, Transjordania e Irak) declaran la guerra al nuevo estado. Comienza la primera guerra árabe-israelí. El choque termina un año después, acaba con la ampliación de territorio por parte de Israel, ocupando el sur de la franja de Gaza, Galilea occidental y el sector occidental de Jerusalén. Más de medio millón de árabes se refugian en la zona de Gaza. Así, en junio, Israel ataca a la fuerza aérea egipcia y, posteriormente, a la de Siria. La respuesta de los países árabes es inmediata. Se produce una guerra que enfrenta a Israel contra Egipto, Siria y Jordania. El conflicto se desarrolla del 5 al 10 de junio de 1967 y es conocido como la guerra de los Seis Días. Israel arrebata la península del Sinaí y la franja de Gaza a Egipto; Jerusalén este y Cisjordania, a Jordania; los altos del Golán, a Siria.
El 5 de septiembre de 1972 ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, facción de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), penetran armados en la villa olímpica donde residen los deportistas que participan en los Juegos Olímpicos de Múnich. Once miembros del equipo olímpico israelí son secuestrados y asesinados. También mueren cinco terroristas. La reacción de Israel es inmediata, bombardeando las bases de la OLP en Siria y Líbano. El atentado causó una conmoción internacional y generó una espiral de violencia por el Israel, que asesinó a miembros de la OLP y del Frente Popular para la Liberación de Palestina. El 6 de octubre de 1973 comienza la guerra del Yom Kippur (celebración más sagrada del judaísmo). Una coalición de países árabes que lideran Siria y Egipto ataca los altos del Golán y la península del Sinaí (Israel). La guerra concluyó el 25 de octubre. Israel sufrió casi 3.000 muertos y los países árabes cerca de 9.000. Pero, los acuerdos de Camp David, suscritos en Washington el 27 de marzo tras meses de negociaciones entre Israel y Egipto, suponen un primer punto de esperanza.
Sin embargo, en 1987, comienza la primera Intifada, movimiento palestino contra las fuerzas de ocupación israelí que buscaba poner fin a las condiciones asfixiantes bajo las que vivía el pueblo palestino en los territorios ocupados. También fue conocida como “la guerra de las piedras”. El movimiento supuso la puesta en marcha de tácticas de la guerra de guerrillas contra los soldados israelíes. La respuesta de estos fue brutal. Hasta 1991, cuando se celebra la Conferencia de Paz de Madrid, murieron más de 1.300 palestinos y 93 israelíes. Dos años más tarde, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, y el líder de la OLP, Yaser Arafat, firman en Washington una declaración de principios que pretende poner fin a las hostilidades, estableciendo acuerdos en puntos troncales del conflicto como Jerusalén, los refugiados palestinos, los asentamientos israelíes o las fronteras.
El 4 de mayo de 1994, Rabin y Arafat firman en El Cairo la puesta en marcha de la autonomía palestina. Rabin es asesinado en 1995, lo que supone un enorme paso atrás para la paz. Años después, en el 2000 vuelve la violencia, el líder de la oposición en Israel, Ariel Sharón, visita la Explanada de las Mezquitas, uno de los lugares más sagrados del islam. El mundo musulmán considera tal acto una provocación que despierta las iras de los palestinos. Comienza la segunda Intifada. Los atentados palestinos y la reacción israelí se suceden en los meses siguientes. El 7 de marzo de 2001, Sharón se convierte en primer ministro de Israel y ordena el confinamiento de Arafat en Ramala, acusándolo de ser el instigador de la violencia. En 2002 Israel comienza la construcción de un muro de más de 400 kilómetros para separar Israel de Palestina con la excusa de evitar los ataques palestinos. El 11 de noviembre de 2004 muere Arafat, sucedido por Mahmud Abás. En el mes de enero de 2006, la organización islamista Hamás (grupo armado creado en 1987, con el objetivo de defender el territorio palestino ocupado), cuyo nombre significa Movimiento de Resistencia Islámico, gana las elecciones en Palestina de forma abrumadora.
El 27 de diciembre de 2008, Israel lanza la Operación Plomo Fundido. Comienza con un bombardeo aéreo sobre la Franja de Gaza y se continúa con ataques por tierra, mar y aire contra la infraestructura de Hamás. La operación se prolongó hasta el 18 de enero. Según el Centro Palestino para los Derechos Humanos, murieron en ella 1.434 palestinos, la mayor parte de ellos, civiles. Por otro lado, un tribunal israelí aprobó el desalojo de varias familias palestinas de sus casas en el distrito de Sheij Yarrah (norte de la Ciudad Vieja), para ser ocupadas por israelíes colonos, que aseguran haber adquirido a propietarios judíos anteriores a la creación del Estado de Israel, en 1948.
El nivel de violencia desatada entre las Fuerzas Armadas israelíes y las milicias palestinas ha ido fraguándose durante el mes de ramadán. Ya en la noche del 22 al 23 de abril, más de un centenar de palestinos resultaron heridos en enfrentamientos con la policía, de los que una veintena tuvieron que ser hospitalizados. Los manifestantes protestaban contra una marcha de cientos de ultraderechistas israelíes que se dirigieron hacia la Ciudad Vieja de Jerusalén en plena festividad sagrada de los musulmanes al grito de “¡muerte a los árabes!”.
Como cada año, el pasado lunes, miles de israelíes se disponían a recorrer la Ciudad Vieja de Jerusalén hasta el Muro de las Lamentaciones, al pie de la Explanada de las Mezquitas, en la celebración del Día de Jerusalén. Ante la presencia de decenas de palestinos apostados en la mezquita de Al Aqsa y en previsión de un choque abierto, la policía prohibió las visitas de grupos de judíos al recinto religioso. El desfile nacionalista, horas más tarde, fue finalmente desviado hacia la Puerta de Jaffa, en dirección al Muro de las Lamentaciones, pero la tensión ya estaba lanzada. El lunes 10, tras el rezo en la mezquita, más de 300 palestinos resultaron heridos por los enfrentamientos con la policía. Entonces, el brazo armado de Hamás lanzó una salva de cohetes hacia Jerusalén y el centro de Israel. El Ejército israelí interceptó uno de los proyectiles con el escudo defensivo antimisiles Cúpula de Hierro, lo que provocó que se escucharan explosiones en torno a la Ciudad Santa por primera vez desde 2014.
Desatado el conflicto, el Ejército israelí ha reforzado con batallones de infantería y carros de combate las zonas fronterizas con el territorio palestino. Asimismo, la aviación ha llevado a cabo operaciones contra las milicias palestinas posicionadas en Gaza. La ofensiva israelí señala hacia dos grupos armados palestinos, las Brigadas Ezzedin al Qassam, brazo militar del partido-milicia Hamás, que gobierna de facto en la franja de Gaza, y las Brigadas Al Quds, de Yihad Islámica, considerados grupos terroristas por el Estado hebreo. Más de 200 personas han perdido la vida durante los primeros siete días de hostilidades entre el Ejército de Israel y las milicias palestinas. La mayoría de las víctimas mortales se han registrado en territorio gazatí. Allí han muerto 212 palestinos, entre civiles y milicianos, entre ellos, 61 niños. Mientras, los heridos alcanzan el millar, entre los que hay 366 niños. Esto no acaba aquí, pues el conflicto continúa, con escenarios abiertos para los próximos días.
“No hay nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos” (Jorge Eliécer Gaitán)