Ultimamente veo en las redes mucho “8M no me representa” o “yo no soy feminista”, seguramente afirmaciones que vienen atizadas por ciertos sectores políticos a los que le interesa ensuciar un movimiento tan puro, tan justo y tan necesario. La mayoría de la gente que lo pone en sus estados suele ser por ignorancia del verdadero significado de estas palabras o, lo que me parece más peligroso, apoyándose en la pandemia. Lo primero lo vamos a intentar exponer aquí, lo segundo… lo segundo también lo trataremos, al igual que señalaré la razón por la que me parece tan peligroso ese argumento.
El primer antecedente de un paro de mujeres a nivel nacional tuvo lugar en Islandia el 24 de octubre de 1975, donde participaron tanto mujeres asalariadas como amas de casa. Este hecho hubiera sido imposible en la España de aquella época, aquí todavía quedaba muchísimo trabajo por hacer y mucho camino por andar. En conmemoración a este paro, el 24 de octubre de 2016, las trabajadoras irlandesas dejaron sus puestos de trabajo dos horas y veintidós minutos para visibilizar la brecha salarial. Desde este primer impulso, muchas han sido las ocasiones en las que grupos de mujeres se han reunido para manifestar ciertos derechos que les eran negados por el simple hecho de ser mujeres, muchos de ellos nos parecerían hoy surrealistas.
Unos años más tarde, el 8 de marzo de 2000, la «Campaña Internacional por un Salario para el Trabajo en el Hogar» convocó la primera Huelga Mundial de las Mujeres que reivindicaba otorgar justicia a las mujeres que trabajaban en sus casas. En estos momentos cada vez más mujeres se empezaban a llamar a ellas mismas feministas, e incluso, muchos hombres.
Interesante es también que tengamos en cuenta el 8 de marzo de 2017, pues tuvo lugar el primer Paro Internacional de Mujeres, con presencia en más de 50 países alrededor del mundo, manifestaciones y reivindicaciones que e repiten también el 25 de noviembre de ese mismo año, en este caso para reivindicar en el Día Internacional de la Eliminación de Violencia contra la Mujer.
Todo parecía ir a más, cada año era más morado que el anterior (el color con el que se suele identificar estos movimientos) y el Feminismo parecía vivir sus momentos más gloriosos hasta que alguien decidió ensuciar este movimiento con la política; hasta que alguien decidió tirar por la borda todo el trabajo que otras mujeres anteriores a nosotras venían haciendo.
Si buscamos la entrada “feminismo” en el Diccionario de la Real Academia, en su versión en línea, podemos encontrar las siguientes dos acepciones: «Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre» y «Movimiento que lucha por la realización efectiva de todos los órdenes del feminismo». Así, no es algo que digamos unas cuantas, lo dice la Real Academia de la Lengua Española, el Feminismo es igualdad, nada más. En ningún lugar se criminaliza al hombre por ser hombre ni se dice que las mujeres feministas quieran ser más que sus compañeros varones, pero estoy convencida de que alguien tuvo miedo de la igualdad y empezó a ensuciarlo todo.
No voy a comentar nada sobre la violencia de género o el peligro que corremos las mujeres por el simple hecho de serlo, pues el 8M no se centra en eso, sino que defiende el derecho de la mujer a trabajar fuera de casa, el reconocimiento del trabajo que hacen en sus hogares y la equiparación salarial y de derechos laborales. Ya se ha conseguido muchísimo en este ámbito, pero aun queda mucho trabajo por hacer, sobre todo en las zonas rurales.
Se me viene ahora a la cabeza la mujer rural extremeña, mi bisabuela, mi abuela o mi madre, trabajadoras natas al lado de sus maridos durante la jornada laboral, aunque nunca cotizaron un solo día, y trabajadoras en casa, donde les esperaba una fregona, los fogones y los hijos. Parece que hablo de algo muy lejano, pero no, siguen existiendo mujeres extremeñas que aparecen como amas de casa pero que trabajan también fuera de ella sin ningún reconocimiento; sigue habiendo mujeres extremeñas que trabajan en los campos por sueldos inferiores al de los hombres y seguimos leyendo ofertas de trabajo donde sin esconderse de nadie vemos como las mujeres cobran una cosa y los hombres otra. Estas mujeres han crecido viendo estos hechos como normales, no creen en muchos casos que sea una injusticia o machismo lo que se les aplica, se han quedado sin voz y, por ello, debemos gritar el resto, para ayudarlas, aunque no nos hayan pedido ayuda.
En marzo de 2020 hubo muchas concentraciones en favor del 8M, unos días antes de decretarse el Estado de Alarma por la pandemia del Covid- 19, pero no podemos olvidar que también hubo mítines políticos, partidos de fútbol, conciertos y muchos otros eventos que nunca fueron criminalizados como lo ha sido el 8M. Este año, un mes antes de la fecha, ya han empezado de nuevo a cargar bilis y odio contra el movimiento, cosa que no ha ocurrido de la misma forma con las manifestaciones de los negacionistas, ni de los hosteleros ni de tantos y tantos como se han manifestado últimamente.
Dicho esto, aclaro que yo no voy a salir a la calle el día 8, ni acudiré a ninguna manifestación sea o no legal, y no lo haré no porque crea que no es necesario, sino porque creo que es peligroso para mi salud y los de mi casa. Eso sí, mediante las redes sí gritaré, en mi balcón algo pondré y a quien me pregunte así se lo haré saber. En cuestiones de derechos, las mujeres no podemos dar un paso atrás, debemos seguir progresando de la mano de nuestros compañeros los hombres, pues ellos también tienen madres, hermanas e hijas. Entre todos debemos conseguir un mundo más igualitario, más justo, más tolerante y más humano.