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La vida real no es una story

Hablar sobre la salud mental sigue siendo un tema prohibido, algo que evitar, es como si al decir que sufres un trastorno mental, se abriera una brecha entre tú y la persona que tengas delante. No entienden que puedes llevar una vida normal y aún así, no sentirte plena, ni feliz, y mucho menos en paz. Es por eso que, de las pocas cosas buenas que saco de esta pandemia y del periodo del confinamiento, es la salida del armario de la salud mental, sí, como lees. Porque esta experiencia que hemos tenido que vivir todos, nos ha hecho experimentar situaciones emocionales negativas: miedos, pérdida de seres queridos, despido laboral, problemas económicos…; que estoy segurísima que muchos necesitarán ir a terapia. Y gracias a esto se puede hablar abiertamente de la salud mental, independientemente de la edad que tengas, pues todos hemos y estamos sufriendo este virus mundial.

Una de las herramientas más utilizadas antes, durante y después de este hecho histórico, son las redes sociales. Ese lugar donde damos rienda suelta a nuestra imaginación y publicamos nuestra vida para compartirla con nuestros seguidores. Una vida que muchas veces dista de la real. Queremos vivirla a tanta velocidad que todas las experiencias tienen que ser únicas. Como si fuera obligatorio que todos los días que sales tengan que ser como una fiesta. Da igual el lugar, si vas al campo, si vas a la peluquería, a comprar, o cualquier otra situación cotidiana, tiene que ser absolutamente genial porque lo tienes que colgar en las redes. El problema radica en que nos hemos acostumbrado tanto, que cuesta romper esas ideas preconcebidas por la sociedad, que vende la premisa basada en vivir al máximo, con una agenda repleta de planes, salidas, eventos…que a la larga se convierte en una exigencia moral. Me niego.

Hay que ver cuánto daño se hace a través de una pantalla porque al final nos acabamos comparando con aquello que no tenemos, una vida idílica a la que jamás podremos aspirar; que termina con esa insatisfacción perenne que va derivando en un sentimiento de culpabilidad cuando no alcanzas lo que te propones. Esto se agrava con la nueva educación emocional, la cual predica que puedes conseguir todo lo que te propongas con un pensamiento y actitud positiva, cuando en realidad no está en tu mano, si no que depende de la sociedad. Y por mucho que te esfuerces, tal vez no puedas cambiar. Las consecuencias son desastrosas, pues estamos educando a las nuevas generaciones en la búsqueda de la felicidad como algo que solo depende de ellos mismos, y cuando no lo consigues, sientes que es porque hay algo mal en ti. No lo hay, aférrate a aquello que te hace diferente. No lo sueltes nunca, aunque desentone con el resto, esa diferencia es lo que te hacer ser tú. Permítete ser.

En mi caso, si ya de por sí me cuesta seguir con una red social, imaginad con tantas que existen. Cada quien hace con su tiempo lo que quiere y aprender a poner un tope está en cada uno, habrá quien utilice las redes para evadirse, otros que quieran dedicarse a ser influencer, YouTuber, etc…y está en su derecho. Para mí son un mero entretenimiento. A veces siento que pierdo oportunidades mejores cuando uso mi tiempo a través de una pantalla, otras es la única manera que tengo de sobrellevar el día a día, y están esas que pienso en borrarlo todo y empezar de cero… Pero sé que solo es esa parte de mí que está cansada.

Quizás lo más revolucionario que puedan hacer las generaciones actuales sea parar, que te pregunten qué tal lo has pasado y respondas con un “pues bien, he dado una vuelta”, “me he tomado un café”, “he estado en casa, leyendo”, “no he hecho nada en especial, pero estoy bien”, “he dormido bien”… La vida real no es una fiesta continua, no es espectacular todo el tiempo, no es una historia que tengas que colgar en tu red social para demostrar al mundo lo genial que es tu día a día, porque no lo es. Al menos, no todo el rato. Pero sobre todo, apagar el móvil, ese aparato que creemos que nos da libertad pero en realidad lo que hace es robarnos el tiempo, o controlarlo.

Porque a veces solo necesitamos un café con amigos para darnos cuenta de lo que tenemos, de lo que debemos valorar. Y así, dejar atrás todos esos pensamientos negativos que te dicen que estás sola. Porque no estoy sola. Ellos estarán para recogerme del suelo, aún cuando todo lo que pueda ofrecer sea silencio. Creo que es de valientes que no te rindas, que no permitas que tu mente gane. Deja que tu risa sea la mejor aliada.

 

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