Atrás quedó aquel 25 de marzo de 1936, la famosa «Rebelión extremeña», donde alrededor de 80 000 campesinos se levantaron y ocuparon unas 250 000 hectáreas de tierra. Reclamaban derechos tantas veces prometidos, ahogados por el paro, la inconveniencia de los elementos y un hartazgo generalizado debido al ya existente olvido por parte del Estado hacia la región extremeña. No son pocas las voces intelectuales que aún hoy reclaman establecer dicha fecha —25 de marzo— como el auténtico Día de Extremadura, defendiendo que fue entonces cuando se creó una conciencia colectiva de ser extremeño —y no la celebración santoral de la Virgen de Guadalupe (8 de septiembre)—.
Atrás queda aquel 29 de enero de 2020 donde toda España fue testigo de cómo las fuerzas antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía cargaban contra los agricultores que se manifestaban para reclamar precios justos en su producción… casi un siglo después. Ahora bien, focalizar esto únicamente en una cuestión agraria —por importante que sea en nuestra autonomía— es quedarnos a la orilla de todo este océano de abandono y dejadez a las que el Estado nos tiene —represiones mediante— históricamente acostumbrados.
«Si el campo no produce, la ciudad no come» es uno de los mantras repetidos por los diversos trabajadores que dependen directa o indirectamente del trabajo en el campo, valor productivo indiscutible de Extremadura y que, ignorado por una mayoría, nos da un gran poder de negociación para exigir —porque ya es hora— que Extremadura sea atendida; pero no como un favor que pedimos a Madrid,
Extremadura no pide favores, Extremadura trabaja; y, por tanto, contribuye. Y es por esto por lo que solo reclamamos lo que por derecho nos pertenece, lo que se nos ha tantas veces prometido, pero nunca dado. Simplemente lo nuestro. Unos medios de transporte modernos a la altura del resto del Estado, un desarrollo productivo equitativo y sostenible, unas infraestructuras decentes y un largo etcétera. Porque, a ver si ya de una vez por todas, hacemos caso al gran Pablo Guerrero cuando, en su canción Extremadura, terminaba pidiendo a esta casi bíblicamente «levántate y anda».