Si podemos cambiar nuestro pensamiento, podremos salvar el mundo
Coronavirus. La palabra contiene una fuerza contundente cada vez que se pronuncia o se escribe. Es curioso observar cómo una simple palabra inunda todos los países con un mismo sentimiento. El frío que deja al pronunciarse entra por los oídos y llega hasta el más hondo pensamiento. El simple sonido de sus cinco primeras letras hace que recorra un escalofrío por todos los cuerpos, sin entender de fronteras. Sin embargo, a pesar de todo esto, suena en todos lados, en la televisión, en la radio, en las casas. Resuena hasta en nuestros pensamientos, al preguntarnos ¿Cuándo acabará todo?
Aunque, más allá de todo eso, también es una palabra de unión, aunque parezca paradójico. Saber que sólo una pandemia ha conseguido hacer que todos nos unamos, que todos contribuyamos, que todos salgamos a los balcones, que todos cantemos una misma canción,
suena algo triste ¿No creéis? Tan sólo una enfermedad nos ha devuelto la humanidad y las ganas de vivir de las que carecíamos desde hace tiempo. Nos ha devuelto el amor por las risas de nuestros amigos, las cervezas frías, la música de la discoteca, las fiestas, los paseos nocturnos. Nos ha devuelto también las ansias de tocar, de sentir, de abrazar, de besar.
El recuerdo es el momento más bonito del día. El recuerdo del último día con nuestros amigos, el día en que abrazamos a alguien especial, el “hasta pronto” de nuestros seres queridos. El llanto llena las calles al igual que una noche de lluvia en abril. La justicia requiere un nuevo sentido. La sanidad cobra la importancia que siempre ha debido tener. El amor a distancia al que temíamos ahora es necesario. Las comidas familiares a las que nos cansábamos de ir, ahora son nuestro mayor deseo. Echar de menos se convierte en nuestra forma de vida.
Sin embargo, la humanidad está llena de prejuicios, y el prejuicio es el disfraz de la ignorancia. Este confinamiento ha colmado las redes de un centenar de mensajes negativos. Las mismas personas que salen a los balcones a aplaudir a los sanitarios, entran en sus casas a criticar al gobierno. Todo el mundo se vuelca de nuevo en la ideología, y no en el verdadero
problema. La gente parece saber quiénes son los “culpables de esta situación”, sin darse cuenta que nadie es culpable. Este comportamiento está ligado a la necesidad psicológica del ser humano de buscar un “quién”, de buscar un “enemigo”, de culpar a alguien para paliar nuestra frustración.
Según Artemio Bracho, “la amistad es el único sentimiento que es capaz de unir, por encima de las diferencias políticas, religiosas e ideológicas”. Por tanto, hoy, la amistad adquiere un nuevo significado que todos debemos aprender. Hoy, todos deberíamos ser amigos y dejar nuestras diferencias a un lado. Para acabar con este enemigo, tenemos que luchar todos juntos contra él; porque si no, él acabará con nosotros