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Con el final de la Segunda Guerra Mundial, y la derrota de casi todos los estados fascistas, el mundo se vio polarizado en dos bloques. Dos bloques socioeconómicos antagónicos que llevaron al mundo a dos tipos de regulación social, el bloque capitalista y el bloque socialista. El bloque capitalista liderado por Estados Unidos y teniendo a los países del oeste de Europa, Japón o Australia como estados satélites y el bloque socialista liderado por la Unión Soviética y teniendo como estados satélites a los países del este de Europa, China o Cuba. Estos dos modelos de sociedad se vieron enfrentados durante décadas en lo que la historia vino a denominar como la Guerra Fría. Y a pesar de todo, ambos se vieron influenciados por el otro; ahí tenemos al famoso estado del bienestar, ese concepto político desarrollado alrededor de la década de los sesenta y aplicado en los países capitalistas que consistía en que el Estado asegurara un mínimo de derechos sociales a sus ciudadanos, metemos aquí derechos tan básicos como la educación, la sanidad o la vivienda. Este estado del bienestar se desarrolló en los países capitalistas como respuesta al modelo socialista, el cual garantizaba plenamente estos derechos sociales a través del Estado, de forma pública y con mayor eficacia que en las economías capitalistas donde el Estado apenas intervenía, provocando grandes cuotas de desigualdad.

Pero no todas las influencias entre los dos bloques resultaron positivas, la polarización política del globo hizo que los ciudadanos se alienaran con el discurso dominante de su sociedad. En ambas partes hubo una ingente cantidad de propaganda que caló desde todos los sectores; producciones cinematográficas, tergiversaciones en la información, contenido educativo manipulado… todo esto hizo que los ciudadanos no asimilaran más verdad que la oficial, los otros son el enemigo, los malos, nuestro modelo es el bueno. Esta manipulación tiene un buen reflejo en un sondeo realizado por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) durante tres oleadas, en 1945, 1994 y 2004. Este sondeo preguntaba a los ciudadanos sobre qué nación creían que había tenido más peso en la derrota de la Alemania nazi. El sondeo de 1945 dio como vencedor a la Unión Soviética (57%), seguido de Estados Unidos (20%) y Reino Unido (12%). Los resultados de 1994 dieron como vencedor a Estados Unidos (49%), seguido por la Unión Soviética (25%) y el Reino Unido (16%). Y, por último, el sondeo de 2004 volvió a dar como nido (16%). ¿Qué explica que nada más terminar la guerra los franceses tuviesen claro quién fue el principal protagonista contra Hitler y que, sin embargo, con el paso de las décadas esta percepción social se haya visto contaminada hasta el punto de poner a  Unidos como principal protagonista vencedor de la guerra? La respuesta es simple, la propaganda; que, en el caso del bloque capitalista, se vio apoyada principalmente en las grandes producciones cinematográficas de Hollywood, donde en sus filmes bélicos eran los estadounidenses los únicos que aparecían como luchadores contra la amenaza nazi, dejando en un plano anecdótico el papel soviético en la guerra e incluso el británico.

Esta alienación colectiva de los ciudadanos de uno y otro lado no se vio destruida con el colapso del bloque socialista a principios de la década de los noventa, si no que  más bien se reforzó al no existir ya un contrapeso ideológico que equilibrara socialmente ambas partes. Llegamos así hasta la actualidad, donde seguimos percibiendo cómo los ciudadanos de los países alineados con Estados Unidos siguen viendo de forma despectiva todo lo que tenga que ver con los países herederos del antiguo bloque socialista; y viceversa, donde en estos mismos países se sigue viendo de forma despectiva también todo lo relacionado con los países del bloque estadounidense. Una polarización colectiva de décadas muy difícil de cambiar y, para la cual, tampoco se está contribuyendo a hacerlo.

Sin embargo, durante esta crisis provocada por el Covid-19, los países europeos más afectados por la pandemia han visto como todos los esquemas geopolíticos parecen haberse dado la vuelta. Observamos que países como Rusia o China envían de forma organizada ayuda sanitaria a Italia, España y demás países afectados, llegando incluso al caso de Cuba, que ha enviado un contingente de médicos al país alpino para colaborar en la lucha contra el virus. Por otro lado, vemos como países, en teoría aliados, niegan todo tipo de ayuda y, aprovechando el mercado, quitan mercancía sanitaria destinada en un principio a un país amigo; es el caso, por ejemplo, de la compra de un cargamento de mascarillas por parte de Francia y adquiridas a un precio más alto por Estados Unidos en la propia pista de aterrizaje. A su vez, Francia también jugó a esta táctica con España, evidenciando una falta de cooperación que roza lo peligroso y una suerte de juego para ver qué país es más listo dejando totalmente aparcada cualquier intención de solidaridad entre naciones.

Sin embargo, la negación y el robo de recursos técnicos no es el único escándalo en el seno del bloque occidental, la propia Unión Europea ha comenzado a negar ayudas económicas a los países castigados del sur como Italia, España, Portugal o Grecia. Destaca, sobre todo, la actitud de Países Bajos, que en las últimas semanas ha lanzado acusaciones de culpabilidad a España recriminando que a las personas de edad avanzada se les de una cama en un hospital; actitud afeada como “repugnante y mezquina” por el primer ministro portugués, Antonio Costa.

Todo parece indicar una fagocitación de las estructuras socioeconómicas establecidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los países más castigados están viendo como son ayudados por los estados que hasta hace poco eran considerados como enemigos y que, como mínimo, creaban desafección; mientras que son ignorados e incluso atacados por los países considerados como aliados. ¿Es posible sacar una reflexión de la situación que estamos viviendo? ¿Cómo se enseñará esto a los futuros estudiantes? ¿Estamos viviendo un colapso del bloque hegemónico victorioso de la Guerra Fría? Solo el tiempo responderá a estas preguntas, mientras tanto, podemos ver cómo una simple crisis no prevista hace evidenciar y sacar todo tipo de incoherencias sobre la que habíamos construido nuestro modelo social, cual si fuese un castillo de cristal.

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