Hace algunos años veíamos pegados en los coches de nuestra ciudad una pegatina que venía a decir algo así como “soy de la U.P.P. y de Juan Mora”. El impactante mensaje, los colores utilizados y el privilegiado lugar que cada conductor concedía al adhesivo en el exterior de su máquina producía en mi tal asombro que me hace pensar que el inventor de la misma es un auténtico “crack”. Mis felicitaciones por trasladar los valores patrios hacia el localismo placentino de manera tan brillante. Deberían tener un ejemplar en el Museo Arqueológico Provincial con el resto de “nuestros tesoros”.
Pero, aunque le deseo lo mejor a la U.P.P. y me encanta visitar la sede de la Peña Juan Mora en el Bar Danubio, yo tengo mis propios gustos y los comparto en esta palestra. Yo soy de “los Doors” y de “Extremoduro”.
Lo de la banda de Jimbo me viene del instituto, de Cesar Flores, el Pariolo, el Negro, el Caixa… todo el que me conoce, sabe de mi fascinación por el grupo y la figura de Jim Morrison. El Rey Lagarto merece un capítulo entero de este blog si algún día me da por dedicárselo.
Lo de Extremoduro es todavía anterior. No recuerdo el momento exacto pero les oí, desde la calle, ensayar en Procasa alguna vez. Algún concierto de alguna caseta de ferias y alguna actuación fallida por exigencias de playback. Incluso, hace tiempo, descubrí una publicidad de la inauguración del Consejo Local de la Juventud de Plasencia donde se anunciaba una actuación de Extremoduro. No se si llegaron a tocar. Pero si tengo claro un punto de inflexión que fue la actuación en el programa “Plastic” de TVE. A partir de ese momento me dije que tenía que estar al tanto. Me gustaban esas canciones.
En vez de Asturias, cantábamos Extremaydura, eternas discusiones entre colegas para ver cual es la mejor canción del grupo, incluso en compañía femenina podías lucirte con un temazo. Las maquetas que me pasaba Marcos “Media Luna”, el día de la Plaza de Toros con himno incluido, el concierto el mismo día de salir de la Residencia tras una operación de apendicitis con mi enfermera particular. Cualquier fiesta o bar que precie sabe que debe contar con un tema de “Extremo”. Tantas canciones guapas de los primeros discos y tantos momentos guapos vividos con las canciones de Extremoduro. Eso marca porque, a fin de cuentas, es lo que se le pide a un grupo de música.
El grupo evoluciona. La formación inicial se separa y Roberto Iniesta sigue, como buen placentino, erre que erre, a conseguir su sueño. A su manera. Con su forma de ser por delante. Aprendiendo a base de golpes, como nos suele pasar. Pero dejando semilla a cada paso. Adeptos que se suman a una causa común en cada concierto, con cada chismorreo, con cada canción, en definitiva, con esfuerzo y trabajo. Desaparece seis años y resurge, cual Ave Fénix, catapultado al estrellato que te dan generaciones de seguidoresdispuestos a seguir al flautista transgresivo en cualquier arte al que se arrime.
Para quién aun no lo sepa es, actualmente, el artista número uno en España. El que más entradas vende (más de cien mil en su actual “mini gira”), seguro que de los pocos que cuela algún cd original aún. Con su marketing “poco ortodoxo” y su “forma de hacer las cosas” ha dejado a medio pueblo sin entradas para verle en el Hípico y deseando que pronto vuelva a incluirnos en su libro de ruta. Ahora se va a hacer “las Américas” y agota entradas en Buenos Aires en cuatro días. “Y sin publicidad ni hostias”. Era de Plasencia me parece que decían.
Los de Plasencia tenemos nuestra batallitas que contar con Extremoduro. Esas que nos hacen quedar bien cuando las compartimos, generalmente en los garitos, cuando viajamos, fuera de nuestra ciudad. Esas que nos hacen sentirnos orgullosos de tener un paisano como el Robe. Porque, ante todo, es un artista que en algún momento ha sabido llegar y producirnos una “sensación especial”. Mi vida ha discurrido ligada a la de Extremoduro, como la de muchos placentinos y placentinas. Por eso me atrevo a pedir una Avenida de las buenas que lleve su nombre, aunque el Robe no venga a inaugurarla.