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Cristina Núñez Nebreda

Juegos de niños

Comer con niños fuera de casa

tronas

Yendo en familia, el éxito de un restaurante puede radicar en el espacio y los accesorios que tengan para los niños. Fuente: NH

La noche se borra de nuestras vidas como momento de ocio cuando llegan  esos seres que todo lo ponen patas arriba. El tiempo que dedicábamos a cenas, copas, cine o música lo cambiamos por actividades más diurnas. Bueno, me diréis que también tenéis conciertos nocturnos con los nenes…¡es verdad! A algunos les da por la lírica, aunque la mayoría practican con total desenfado el heavy y el punk. Artistas que son.

Hay muchas cosas para disfrutar en familia aún teniendo hijos muy pequeños. Yo no soy nada partidaria de salir de cañeo con los niños ni someterles a interminables rutas por los bares (el otro día vi a un papá treintañero cambiar el pañal a su retoño en una terraza con cervezón en ristre y me dio hasta cosa), pero sí me parece una buena opción comer en restaurantes. La ley antitabaco ha facilitado mucho las cosas, porque ya no hay riesgo de malos humos en ningún punto de los locales públicos.

Cuando son muy bebés hay que coordinar la hora de comer los adultos con sus tomas, y si son niños tranquilos puede que duerman plácidamente durante nuestra comida. Ya algo más mayores hay que trazar una pequeña estrategia (poca cosa, no penséis que esto es el Risk) para que todo salga bien. En todos los sitios os calentarán el puré o el potito que llevéis. En algunos (depende de la categoría del sitio o de las ganas que tengan los camareros) se tiran verdaderamente el rollo y colocan la comida en un platito chulo y hasta os darán cuchara. Lo fundamental es que tengan tronas y espacio suficiente para dejar el carrito. Podéis preguntarlo cuando hagáis la reserva. Yo prefiero las tronas enteras, los adaptadores de silla no me parecen muy seguros. A veces, en sitios muy transitados por diminutos, se acaban.

Buscaos restaurantes amplios, en los que los camareros circulen con holgura. Si no, será infernal. En Cáceres, sitios como Eustaquio Blanco suelen estar llenos de niños de distintas edades. El trato es excelente. Hay lugares en los que todavía no se han enterado del rendimiento económico que pueden sacarle a las tronas y pasan de comprarlas.

El éxito de esta aventura dependerá en gran medida de como coma el niño, pero me parece una buena idea pedir que calienten su comida nada más llegar. El ratito entre que los mayores piden sus platos y los traen es un buen momento para darles de comer. Nadie mejor que cada padre y cada madre conoce los límites de sus hijos, pero romper la rutina y buscar nuevos entornos puede ser positivo. Hay quien teme que el pequeño se ponga nervioso y la líe en mitad del restaurante. Entonces será mejor turnarse para comer y distraer al enanillo.

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