Hace sólo unos días nos enterábamos de que Alemania estudia crear un permiso de “abuelidad” para que los abuelos en activo, es decir, los que todavía trabajen, gocen de derechos que les permitan cuidar a sus nietos. La propuesta me parece interesantísima visto el peso que tienen los “yayos” en la crianza de los hijos de sus hijos. Son dos generaciones que se unen y que conviven como nunca. Los abuelos de hoy en día vuelven a cambiar pañales más de treinta años después de que lo hicieran con sus hijos. Suelen hacerlo contentos, aunque en ocasiones, cuando se convierten en los principales cuidadores de los niños, esta ocupación puede generarles estrés y quitarles tiempo para sus actividades.
Son una pieza esencial para la tan traída y llevada conciliación. Conozco todo tipo de casos, pero en general casi todos hablan de un rol tan necesario como a veces poco reconocido. Al hilo de lo de la “abuelidad” germana me atreví a hacer una mini-encuesta a tres mamás y un papá sobre qué papel desempeñan sus padres en el cuidado de sus hijos.
Se generó un debate muy jugoso sobre el tema y una conclusión bastante clara: hay que tenerles siempre presentes pero establecer ciertos límites y no convertirles en responsables de la educación de los pequeños. Adjunto algunos fragmentos de lo que me contaron, aunque prefieren no salir con sus nombres. “Yo no pretendo que hagan de educadores, para eso están los padres. Lo que sí creo es que deben respetar ciertas normas como cosas de alimentación o tiempo de tele, eso me parece fundamental”, cuenta una mamá que explica que aunque los abuelos del niño no viven en la misma ciudad, sí se ven con cierta frecuencia.
Otra madre incide también sobre esta idea: “Los abuelos deberían enseñarles a ser educados, a no tener maldad, a hacer cosas, a socializarse, siguiendo siempre las líneas principales que van trazando los padres. Si por ejemplo en casa no le está permitido ver la tele porque a los padres les preocupe la salud del niño, en casa de los abuelos se debe respetar esta norma”. Como véis la tele es un asunto que trae mucha cola. “Pienso q el contacto con los abuelos es importante pero me parece igual de importante que se relacionen con sus primos y tíos y tías”. Ella tiene a su familia a 4.000 kilómetros de distancia y añora un contacto más directo con ella. Explica también el enorme apego que estableció con su abuela, a quien llegó a querer tanto o más que a su madre.
El papá de esta encuesta resume la cuestión “abuelos” en términos parecidos. “Son fundamentales como ayuda, son la mejor forma de que mis hijos tengan arraigo, cosa que les encanta, además, quid pro quo, a ellos les rejuvenece. La cara oculta es que ha costado bastante que asuman que “los padres”, es decir sus hijos, somos quienes mandamos, y además, como educadores están resultando muy poco disciplinados, lo que nos complica bastante esta tarea a los padres, en vez de facilitarla”.
Entre mis fuentes también hay una madre que reconoce que le cuesta mucho delegar el cuidado de sus hijos en otras personas. “No puedo soportar que se diga que los abuelos están para malcriar. Yo he tenido suerte porque mis padres conocen a mis hijos perfectamente y saben que tienen que ayudarme y que si consienten no es ayudarme así que cuando están con ellos intentan al menos actuar como lo haría yo. Los niños no pueden ver que su madre les riñe por algo y que a sus abuelos eso le parece graciosísimo”.
Para completar este mapa os diré que mi hijo tiene a la mitad de sus abuelos cerca y a la otra lejos, y que ambos suponen una ayuda de primera. Hay un chocheo considerable en ambas ramas, y un loco amor hacia el nieto que a veces se concreta en darle todo lo que pide. Como aún es chiquitín la cosa se puede controlar. Esperemos que no vaya a mayores.
Por cierto, otro día hablamos de los ‘Yayo-Flautas’. Eso si que es amor a los hijos y a los nietos, activismo puro y duro.