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Cristina Núñez Nebreda

Juegos de niños

Empacho de chuches

chuches

Las chucherías rodean a los más pequeños

Ya estoy aquí. Ha sido un largo mes de agosto, de asueto total del 1 al 31 pero sin dejar de ser mamá. En realidad, siendo más mamá que nunca, porque estos días no ha habido interrupciones, ni horarios, ni guardería, ni prisas. Tiempo para dar y tomar. Qué gusto.

No he escrito nada en el blog (pensé que podría estar más conectada) pero he estado muy atenta y tomando nota. Atenta a mi hijo, a sus reacciones, a sus avances. Y también fijandome en otros enanos y sus papás. Cosas curiosas que iré contando a lo largo de la temporada. Hay material.

Hoy va la cosa de chuches, esos artículos de mil colores que tientan a los niños allá a donde vayan. Este verano me he dado cuenta de la que la atracción tan irresistible de los pequeños hacia los gusanitos o los chupa-chups está creada por los padres o por los mayores que les rodean. Cuento el caso: en el pueblo en el que hemos veraneado, el pueblo de mis padres, había niños a mansalva, que a ciertas horas del día ocupaban la plaza, los parques, las terracitas de los bares. Pura algarabía y alegría contagiosa. Todos y cada uno de ellos, por muy chiquitines que fueran, iban pertrechados de su correspondiente bolsita: de gusanitos Risi, palomitas, Aspitos, etc. Los mayores, cañas, los peques, chuches. Así era la cosa.

Llamadme aguafiestas, pero es que yo paso de empezar a crear malos hábitos de alimentación al niño desde el principio, que ya tendrá tiempo. Claro, que el niño veía el percal y también quería participar de la fiesta, echaba la mano a los otros y siempre había algún adulto que, en plan generoso, le compraba algo. Por no ser tacañona he hecho la vista gorda, pero vamos, ya digo que gustarme no me gusta y que creo que hay que limitar su consumo a momentos puntuales. En realidad, éste era un momento especial: verano, vacaciones, el pueblo…

La vuelta a la vida cotidiana también está rodeada de chuches. Pablo lleva dos días de guarde y empieza la racha de cumpleaños porque en su grupo todos han nacido a final de año. Lunes y martes hemos traido a casa el clásico cucurucho con “cosas”. Gusanitos, gominolas, chupachups y hasta algo parecido a un peta-z. Droga dura teniendo en cuenta que sólo  están cumpliendo dos años. He cribado y sólo he guardado los ‘snaks’ de maíz. El resto se ha venido conmigo al curro y he repartido. Yo también como, porque soy muy gumia, pero es que ya puedo elegir. Los niños no.

Leo que las chucherías no tienen ningún valor nutricional. No alimentan. Contienen  azúcar, sorbitol, harinas o gelatinas. Muchas de ellas tienen grasas o exceso de sal y provocan colesterol. Hay padres que las utilizan como sistema de recompensa y premio, lo cual también parece peligroso. En fin, parezco la Inquisición.

 

 

 

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