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Cristina Núñez Nebreda

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Cada pequeño crece a su propio ritmo

Una de las cosas que más molestan a las nuevas mamás (y a las veteranas también, aunque su callo les hace llevarlo todo mucho mejor) es que se compare a sus hijos con el resto de los niños. A veces son ellas las que lo hacen, también es verdad, con afán de demostrarle al mundo lo bonito que es su churumbel, el mejor del universo y de todas las galaxias conocidas. Están cegadas por el amor. En todo caso resulta más que cansina esa necesidad de quedar por encima y subrayar cualidades que, además, desarrollan todos los niños sanos, antes o después.

Cuando los niños son tan chiquitines que casi ni ven porque son como topillos el peso suele ser el primer indicador de su desarrollo y uno de los elementos obsesivos para compararles. Y ahí están los percentiles, una estadística en la que podemos situar la evolución del pequeño. Y a partir de ahí llega una ristra infinita de preguntas: ¿ya dice ajo? ¿ya sujeta la cabeza? ¿ya se ríe? ¿ya gatea? ¿ya duerme toda la noche? ¿todavía usa chupete? ¿ya sale de copas? (no, esto es broma) Y las preguntas supermegabomba: ¿Ya anda? Y ¿Ya habla?

Cada niño es un mundo y cada uno tiene su ritmo. Tiene que tardar mucho en hacer ambas cosas, andar o hablar, para que esa tardanza revele algún tipo de problema. Según he leido se considera normal que los niños no caminen hasta los 18 meses, ese es un poco el tope, lo habitual es que lo hagan en torno al año, aunque antes de que puedan hacerlo ya se buscan las técnicas para desplazarse sin ayuda. Los primeros pasos de nuestros cachorrillos son recordados como un día célebre en su corta vida, y todos nos acordamos de cuándo lo hicieron. Andar supone para los niños un verdadero cambio de perspectiva y una autonomía sin precedentes. Al parecer no hay técnicas para estimularles, ya que es algo totalmente espontáneo. Las correas ni los tacatá son muy recomendables, según algunos pediatras.

Lo mismo sucede con el habla, que cada pequeñín tiene su momento.  También en torno al año empiezan a decir sus primeras palabras. No hablo de sonidos, que empiezan a emitir con unos cuatro meses, sino de la designación de objetos o personas con nombres. Las sílabas más deseadas son “papá” y “mamá”, verdadera música celestial. A partir de los 18-20 meses se van incorporando palabras con gran velocidad, y hacia los dos años se puede mantener algo parecido a una conversación. Dicen que las niñas lo hacen antes que los niños, y que los pequeños con hermanos también hablan pronto. Mi hijo, que cumple 27 meses esta semana ya cuenta muchas cosas y aprende a velocidad de crucero. Ay, casi caigo en la tentación de decir que mi cachorro es el más listo del planeta Tierra, pero no. Que las comparaciones son odiosas. Mucho.

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