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Cristina Núñez Nebreda

Juegos de niños

La piscina de tu vida

Bebé sumergido en una piscina

Es recomendable que los bebés menores de un año no estén más de 10 minutos sumergidos en el agua

¡Qué aburridos nos volvemos los mayores! Vale, hablo por mí. Perdemos nuestra capacidad de acción y, más que jugar, nos pasamos la vida maquinando cosas, dándole vueltas a la cabeza, contando nuestra vida, creyéndonos que arreglamos el mundo, pariendo supuestas ideas geniales que se quedan en agua de borrajas. Lo que más admiro de los niños es su capacidad para exprimir la vida, desde que abren el ojo por la mañana hasta que lo cierran. O están encendidos o apagados, no hay término medio, no distinguen entre lunes y domingo. Y viven, viven mucho porque no se cansan ni remolonean. Van a saco.

Esta vitalidad se percibe al cien por cien en las playas y las piscinas. La arena y el agua ejercen un influjo irresistible para los niños. Recuerdo esos veranos interminables de la niñez saliendo del agua con las palmas arrugadas y los labios amoratados, pero feliz. Días larguísimos y sin tregua…¡qué alegría!

Una vez hecho el retrato idílico, vamos a lo práctico. Aunque la playa (o la piscina en su defecto) es una buena solución para aplacar estos calores, con los niños hay que tener mil ojos y un montón de prevenciones que, como siempre, dicta la pura lógica. Cuentan que lo mejor para evitar accidentes es enseñar a los niños cuanto antes a nadar, eso les hará ser independientes dentro del agua.

De todos modos, lo fundamental es no perderles de vista ni un solo instante. En un minuto pueden caerse en zonas en donde no hagan pie. Al parecer, es más frecuente que se produzcan ahogos en piscinas particulares que en las públicas, en donde hay socorristas. A veces, en reuniones familiares los mayores se desentienden y dejan a grupos de niños solos, sin vigilancia, pensando que unos niños cuidan de otros. No hay que confiarse nunca.

Para iniciar el contacto con el medio acuático debemos proporcionar al niño un lugar que sea de su confianza. Es lógico que ejerzan resistencia a meterse en piscinas que son demasiado profundas o que tienen el agua muy fría. Las piscinas pequeñas, las de plástico, son un buen inicio. En las públicas, las piletas para niños permiten el juego sin peligros. Dicen que cuando son bebés menores de un año no conviene que estén dentro del agua más de diez minutos porque se enfrían. Venden trajes de neopreno que les cubren y que les evitan ese repelús inicial, el primer golpe frío del agua en el estómago. Y luego está el tema de la digestión, que no parece ser un mito. Hay que respetarla, entre dos y tres horas, aunque suene a consejo de abuela.

Otro tema a tener en cuenta: hay que ser cuidadoso con los artículos para el baño que se adquieren. Como siempre, mirar bien que estén homologados porla UniónEuropea, y comprobar que los remates o salientes no hagan daño a los niños. Cuidadito también con el sol. Dar crema a discreción es la mejor solución para evitar quemaduras.

De todas maneras, el niño que tengo en casa no se puede calificar como un Neptuno. Es de secano total. A finales de junio estuvimos en la playa y le daban un poco de miedito las olas, acercarse, decían que le pillaban. La arena tampoco le hizo gracia, y hubo que iniciarle en lo divertido que es hacer castillitos. Ahora intentamos que vaya acostumbrándose a la piscina, pero parece que está costando.

 

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