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Cristina Núñez Nebreda

Juegos de niños

Ser mamá y algo más

Que una nueva vida empieza con la llegada de un hijo es una verdad con la que hasta los más descreídos estarán de acuerdo. Corrientes “anti-ñoñismo paternal” y las super trendy “malas mamás” tendrán que aceptarlo. No pasa nada. Yo suelo referirme a “mi otra vida” cuando hablo de mi periodo previo a la maternidad. Era la misma, no ha cambiado lo más esencial de mi persona, pero hacía cosas muy diferentes. Como dice Kirmen Uribe en su libro Bilbao-New York-Bilbao, la maternidad fue iluminando territorios que habían permanecido a oscuras y que ni siquiera sabía que existían, mientras que se hizo la noche en ciertas regiones muy frecuentadas en esa etapa previa a los niños. Desaparecieron las salidas, las cervezas, los viajes, los amigos, levantarme con tiempo pegado, poner una lavadora a la semana y cosas así. Si que hay ocasiones para despegarse de ellos y hacer “algo”, pero son puntuales, y de momento, no aspiro a más. El segundo hijo no hace sino confirmar esa responsabilidad y ese compromiso que condiciona todo lo que somos.

Una de las cosas a las que nos enfrentamos con el nacimiento de los hijos es a permanecer durante una temporada fuera del entorno laboral. Y eso que probablemente siempre habíamos soñado, estar unos meses sin trabajar sabiendo que volveremos a nuestro puesto, puede convertirse también en una dura prueba, sobre todo para las mujeres poco acostumbradas al quehacer doméstico. Habitualmente, o por lo menos es mi caso, el cuidado del recién nacido absorbe tanto que no queda mucho tiempo para pensar en nada más, pero a medida que se va cogiendo el ritmo, pasan las caóticas primeras semanas y el niño crece una se va a acordando de que tenía un trabajo, de que no solo es mamá y de que su mesa, su ordenador y sus “temas” están ahí, suspendidos. Contradicción al canto. Que sí, que una es feliz acarreando con los churumbeles, que el momento es único y alucinante, pero que a veces, cuando notas que el mundo laboral gira y gira sin tí, tienes conatos de melancolía. Y puede que hasta te sientas estúpida por ello. Además, normalmente el cuidado de los niños lleva aparejado un montón de tareas domésticas de las que no te libras porque estás en casa. El padre del niño suele continuar con su trabajo (aún son ‘rara avis’ los que se acogen a excedencias o reducciones de jornada), y cada vez que vuelve a casa es como si entraran noticias del mundo exterior, lo cual, a veces, incrementa la sensación de aislamiento.

La maternidad pone un paréntesis a la vida laboral

Aquí van unos cuantos consejos para no “hundirse” en el universo niño. Hay que salir un poco de la rutina para disfrutar más este periodo. No todas las actividades que pueden distraernos hay que hacerlas fuera de casa. A mi me gusta montarme un paraíso particular en el baño y ducharme tranquilamente, sin ningún remordimiento ecologista, cuando puedo. Un poco de ‘beauty sesion’ con cremitas y mascarillas me hacen sentir muy bien. También podemos darnos a la lectura, en los ratos muertos, que los hay,  intentando que esas lecturas no sean solo ‘El libro de mi bebé’ o cosas así. En Cáceres tenemos un programa de masajes para lactantes de 0 a 4 meses que logra que la madre y el niño establezcan unos horarios, además de ser un punto de contacto entre madres muy enriquecedor. Lo dirige el fisioterapeuta Pedro Martín. Hay cosas que se pueden hacer carrito en ristre, como pasear a buen ritmo o acercarse a salas, museos o galerías. Es bueno aprovechar este periodo para hacer cosas para las que habitualmente no tenemos tiempo, como hacer algún curso, y la opción on-line es interesante. La complicidad del padre de las criaturas es imprescindible.

También disfruto mucho de los desayunos en las cafeterías que más me gustan, sin mirar el reloj, aunque empiezo a caer en la dinámica del “doble desayuno” (por la mañana y a media mañana, lo cual no le va nada bien a mis michelines). Las compras son un arma de doble filo, y el riesgo de gastar demasiado siempre está ahí, y más con la chochez que te entra con los niños, que les quieres dar de todo, hasta de lo que no necesitan. También es muy bueno llamar y quedar con amigos sin niños alguna vez, o frecuentar entornos en los que se hable un poco de todo. Soy madre, pero me siguen preocupando, interesando e indignando muchas cosas. No estoy fuera de juego.

Y dicho lo cual añado que el momento de la reincorporación siempre es duro, y la sensación de estar sobre la cuerda floja y no saber qué hará tu niño sin ti cuesta un poco los primeros días, aunque luego ves que todo marcha. Todo esto sin entrar a valorar el pésimo respaldo que nuestro sistema da a la maternidad, y lo difícil que es conciliar. No sé a quien se le ocurrió que un bebé de 16 semanas puede ser cuidado por alguien que no sea su mamá o su papá. Otro día hablo del tema.

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