Difícil papel tiene Izquierda Unida tras las elecciones, debe decidir entre apoyar al PSOE para que gobierne o abstenerse y dejar que lo haga el PP
“Entre Ibarra y Monago, lo tendríamos claro: Monago; pero entre Vara y Monago, ya veremos”. La frase es de un dirigente de Izquierda Unida en Extremadura y viene a demostrar que, a estas alturas, puede ocurrir cualquier cosa. El rencor al PSOE de antaño, que ellos piensan que les vilipendió, pesa tanto o más que la antipatía que les provoca un gobierno de derechas.
Los comicios autonómicos han dejado sobre la mesa una situación muy complicada para Izquierda Unida. Aunque hayan abandonado las cavernas y se encuentren de repente en el candelero mediático, el panorama les incomoda. Los resultados obtenidos por una y otra formación, (32 diputados el PP, 30 el PSOE y 3 IU) les da la llave de la Junta, pero les obligar a tener que decidir entre apoyar a los socialistas para que formen gobierno o abstenerse y permitir que alcancen el poder los populares. En pocas palabras, tienen que optar entre ser la ‘muleta’ del PSOE, algo que negaban por activa y por pasiva durante la campaña electoral llamando incluso a los desencantados del socialismo, o caer en el contrasentido ideológico de dejar la región en manos del PP.
No cabe duda de que José Antonio Monago ha ganado las elecciones. Su contundente resultado, 32 diputados y 307.558 votos, le permite presumir de haberse alzado vencedor. El PSOE, todavía noqueado tras una semana de reposo convaleciente, no sabe aún cómo se le han podido escapar 55.000 votos al PP y otros 7.000 a Izquierda Unida. Y es que en estas elecciones ha pasado lo nunca visto, han perdido sufragios por la izquierda y por la derecha. Esperaban que muchos de los suyos se quedaran en casa, que la abstención creciera varios enteros, pero lo que no podían ni imaginarse es que buena parte de su electorado votara con ira y se aliara con el enemigo.
Ahora empiezan a entender el daño que les ha causado Zapatero. La negación de la crisis primero y las falsas esperanzas de salir del agujero después cabrearon a los votantes, pero es que las medidas puestas en marcha más tarde para contener el déficit acabaron por matar al seguidor más fiel. Funcionarios, parados y pensionistas han supuesto un cóctel molotov que ha acabado por explotarles en la cara. La mancha azul en toda España lo demuestra y en Extremadura, por ahora también del mismo color, puede que se salven pero gracias a que Vara ha conseguido frenar el desastre absoluto obteniendo 22.000 votos más que sus candidatos locales.
Los tres diputados cosechados por Izquierda Unida valen su peso en oro. La democracia parlamentaria tiene eso, no manda quien gana las elecciones, sino quien consigue formar una mayoría en el Parlamento. Tan legítimo y democrático es que gobierne la lista más votada, como ha apuntado por cierto el mismísimo Ibarra, como que lo haga la mayoría formada en el Parlamento.
Pedro Escobar tiene ante sí un papelón, en su formación conviven tanto los que odian al PP como los que dicen que con el PSOE ni a la vuelta de la esquina. En este sentido, su decisión de elegir qué hacer en asamblea, por referéndum como ha adelantado, resulta inteligente. La mayoría será quien opte por una u otra postura y así ningún militante, incluido el mismísimo Cayo Lara, podrá rebelarse ante semejante ejemplo de democracia interna, sea abstenerse y combatir a un gobierno de derechas toda la legislatura, sea apoyar al PSOE y vigilarle para que no se tuerza hacia el otro lado sus cuatro años de gobierno.