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Antonio Cid de Rivera

La Trastienda

IU Y PSOE, ENEMIGOS ÍNTIMOS

Estas elecciones pasarán a la historia por haberlas ganado el PP después de treinta años de socialismo, pero también porque PSOE e IU han sellado una enemistad manifiesta para mucho tiempo
Receta para un motín en Izquierda Unida: coger medio centenar de militantes cabreados durante años con el PSOE, echarles unas gotitas de soberbia de Cayo Lara, sazonarlo todo con el intento de manipulación por parte de la dirección y llevarlo a ebullición.
La división dentro de la izquierda se ha hecho patente. La antipatía que mayoritariamente se siente dentro de IU por el Partido Socialista ha pesado más que la ideología o la propia estética. Se ha considerado que socialistas y populares son lo mismo -Escobar hablaba de la derecha declarada y la derecha camuflada- y, en consecuencia, lo mejor es no pringarse y que sea lo que Dios quiera o, mejor dicho, lo que los ciudadanos han querido, que José Antonio Monago sea el nuevo presidente, pues para eso ha ganado las elecciones, y Guillermo Fernández Vara se vaya a la oposición.
Al final, Alejandro Nogales se salió con la suya. Todo el mundo esperaba una fumata blanca que se tornara en roja, pero en realidad fue de color azul. Manuel Sosa desde Badajoz y Víctor Casco desde Cáceres habían planificado una estrategia para hacer coincidir la opinión de las bases con la de la dirección federal de Madrid, pero no hubo tutía; ni siquiera la posición pública del coordinador regional, Pedro Escobar, a favor de Vara, sirvió para contrarrestar un efecto anti-PSOE que ya estaba lanzado y sin frenos en todos los ámbitos rurales. Aunque ambas capitales hicieron valer sus galones, los pueblos ya andaban con las tripas revueltas pidiendo venganza y solicitando hamacas para sentarse a ver la salida masiva de los socialistas de las instituciones.
La frase de Cayo Lara repetida hasta la saciedad de que ‘IU no permitirá gobiernos del PP ni por activa ni por pasiva’ en Extremadura tiene un añadido: ‘Salvo que ello implique que gobierne el PSOE’. La formación ha demostrado que la democracia interna es su principal valor, pero a la vez ha puesto de manifiesto que existe un claro divorcio entre la dirección y su militancia. Nadie puede asegurar que se haya obrado conforme a los intereses de la coalición, pero me temo que eso a Izquierda Unida le trae sin cuidado. La revelación el miércoles de que en los días posteriores al 22M Izquierda Unida habló con el PSOE de la posibilidad de abstenerse favoreciendo la investidura de Monago para, pasado un año, plantear una moción de censura y devolverle el poder a los socialistas, describe la escasa fortaleza de los argumentos puestos encima de la mesa por la formación de izquierdas.
El cabreo de Vara de esta semana ha sido más que notorio, sin precedentes al menos. Pareciera que no se hubiera enterado hasta ahora de que IU le ha dado un portazo en las narices. Del respeto a la decisión interna de una formación política del primer día, pasó a una declaración de guerra en toda regla al siguiente. «Que se lo guisen y se lo coman con el PP», dijo el líder socialista situando a los tres diputados izquierdistas al lado de la derecha y calificándolos de sostén del gobierno toda la legislatura.
Tanto malestar le llevó a rechazar la presidencia de la Asamblea que IU le dejaba en bandeja; es la guerra y en una batalla a cara de perro nunca se aceptan regalos del enemigo aunque estén envueltos en celofán.
Y mientras los hermanos; qué digo, hermanastros, se pegan, Monago sigue adelante. Ya por mucho ruido que haga Cayo Lara desde Madrid, los tres diputados de IU han hecho piña y no se doblegarán aunque les expulsen de la formación. Estas elecciones pasarán a la historia por haberlas ganado el PP después de treinta años de socialismo, pero también por hacerse patente, y temo que para mucho tiempo, la enemistad manifiesta entre el PSOE e Izquierda Unida.

Entre sábado y sábado

Sobre el autor

Periodista de HOY. Analista político.


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