Quien tiene un primo, tiene un tesoro. Es la frase o la guasa que más se oye estos días. La estrategia de la presidencia de la Junta y del PP ha hecho aguas esta semana con el lío montado en torno a los enchufes, los trifásicos y demás elementos propios de la electricidad del poder.

El PSOE estaba preparado, todo hay que decirlo. Tenía la lata de gasolina en la mano, una lista llena de nombres de personas colocadas por consejeros o casi consejeros, pero faltaba la chispa. Y en esto apareció el presidente de la Asamblea, Fernando Manzano, y encendió la mecha como la cosa más normal del mundo: «Oye, que para colocar de chófer al primo del portavoz del PSOE, coloco al mío, que este trabajo es muy profesional y, encima, tiene que ser de confianza porque uno habla mucho por teléfono y no todo el mundo puede escucharlo». Ahí queda eso.

La discreción al volante no hay que tomársela a broma. En Badajoz se cuenta la anécdota del gobernador civil de la etapa franquista que le tenía dicho a su chófer que jamás mirara para atrás en los viajes. Era tan profesional que una vez le mandó parar en la carretera porque el hombre tenía ganas de orinar. Vino un aire, se cerró la puerta del vehículo e inició la marcha. No se dio cuenta de que había perdido al pasajero hasta que llegó a su destino. Claro está que en aquella época no había móviles y en la parte trasera de los vehículos oficiales se hacían cosas distintas a las de hablar por teléfono.

A los socialistas se les puede recordar lo que le dijo la sartén al cazo: «Échate a un lado, que me tiznas». En 28 años de gobierno socialista hay ejemplos a montones de lo que ahora ellos mismos denuncian. Pero el quid de la cuestión, lo que le rechina a los ciudadanos y de paso a la militancia interna del PP, es que los populares habían dicho por activa y por pasiva que ellos no iban a ser iguales, que venían a sanear la administración regional y que este tipo de prácticas iban a ser desterradas definidamente de la Junta de Extremadura. Uno puede colocar como personal de confianza a quien quiera, la ley se lo permite, pero cuando empiezan a aflorar

primos, cuñados, esposas y sobrinos no queda nada bien a ojos de la gente. Y menos cuando se intuye o se aprecia que puede haber intercambio de favores. El ‘pon ahí a mi esposa, que ya coloco yo a tu cuñado’ cabrea a cualquiera, no digamos ya a los opositores que se tiran estudiando un montón de horas todos los días bajo la luz del flexo o a los parados hartos de echar currículos un día sí y otro también.

En otro tiempo la estrategia de acusar al acusador de que es peor que tú hubiera sido válida, pero actualmente, con la que está cayendo, ya no. Hoy día lo que se pide es coherencia y compromiso, y el ‘y tú más’ sólo consigue que los unos y los otros se envuelvan bajo el mismo manto y la gente refuerce su opinión de que todos son iguales y que la política no vale más que para que vivan unos cuantos.

La escalada de acusaciones en la que parecen haber entrado esta semana ambos partidos, poniendo en marcha el ventilador del mal olor, pone de relieve que todos están hechos por el mismo patrón, habiendo dejado a un lado el pudor y, por supuesto, el respeto a ellos mismos.

Pero que no se equivoque el consejero de Administración Pública, y de paso quien le asesore, nadie culpa a los trabajadores de nada. Su honor y profesionalidad no se ha puesto en duda. Sacarles de parapeto de un gobierno, haciéndose la foto ante la prensa, demuestra que prefieren esquivar el tiro en vez de fajarse rebatiendo la crítica. Ahora que el Ejecutivo ha planteado un debate en el Parlamento sólo espero que no sea un simple intercambio de cromos o de manchas negras en el expediente, que sirva al menos para iniciar una reflexión sobre el personal de confianza de todas las administraciones y permita, de paso, hacer más creíble la política.