Lo del Eje 16 es sencillo, pero como quiera que están en juego un montón de intereses y tenemos un gobierno queriendo contentar a todo el mundo parece complicado. En resumen, se puede decir que antes disponíamos de un Eje Prioritario Europeo de Mercancías Ferroviarias, el aludido Eje 16, y ahora formamos parte de un mallado general en el que se convertido España y, de paso, Portugal. El Ministerio de Fomento ha convencido a Europa de que lo mejor es ‘café para todos’ y ha conseguido su objetivo. Así, la mayor parte de los territorios españoles se ponen contentos porque han logrado subirse al tren, nunca mejor dicho, y el resto también dado que no pierden demasiado si se sabe vender bien desde Madrid. Sin embargo, hay matices que se deben tener en cuenta.

Extremadura estaba en medio del trazado del Eje 16 que partía de Sines e iba camino de Madrid y, desde aquí, a Europa, uniéndose a un ramal que llegaba también desde Algeciras. La Plataforma Logística de Badajoz se planificó en Caya, entre otras cosas, por este motivo. Era el único trazado ferroviario que favorecía la salida de mercancías desde la Península Ibérica hasta el resto del continente. ¿Por qué? Porque cuando se decidió fue en 2003 y en aquella época otros territorios ubicados en el Mediterráneo estaban más atentos a la economía del ladrillo, con la que les iba a las mil maravillas, y se dejaban de  ‘pamplinas’ como el transporte de ferrocarril. La cumbre hispanoportuguesa de Figueira Da Foz, celebrada entre Aznar y Durao Barroso, entonces altos mandatarios de España y Portugal, sirvió para decidir y acordar este eje, el 16, que pasó inadvertido para el resto del país dado que, por aquel entonces, lo que estaba en juego era la alta velocidad; el transporte de mercancías por ferrocarril era secundario. El mismo partía de Sines, pasaba por Badajoz y Ciudad Real, para acabar en Puertollano y Madrid, uniéndose con un segundo ramal que provenía de Algeciras.

Hace tres meses la cosa cambió. Cuando se acercaba la fecha de la revisión de los trazados por parte de Europa estos territorios despertaron de su letargo e incluso se unieron creando un lobby de presión en Madrid y Bruselas. ¿Qué puede unir a un catalán, un valenciano, un murciano y un andaluz si, además, sus gobernantes son de distinto signo político? Lo único, el dinero. Lo mismo ocurrió en Castilla y León y El País Vasco y, de paso, en Portugal convencido en los últimos meses de dos cosas: de que para llegar a Europa no era necesario pasar por Madrid y que el gran puerto de referencia del país, el de Oporto, no podía quedar al margen de los trazados ferroviarios europeos.

Así las cosas, Bruselas que tenía que decidir entre tres trazados (el atlántico, el central o el Mediterráneo), finalmente ha hecho lo que le ha dicho Madrid y, de paso, también Lisboa. Ha elegido dos de ellos, uno por cada lado de la península y ha vaciado de contenido el eje central dado que le ha retirado el ramal hasta Sines como prioritario y no ha contemplado el ‘paso’ hacia Francia a través de un túnel por los Pirineos (tendrá que derivarse por Irún).

Extremadura pasa a formar parte del trazado Atlántico, de hecho se utilizarán las mismas vías del AVE para ello, y sí, podrá conectar con el Mediterráneo a través de Madrid, pero el antiguo proyecto fijado en 2003 se tira directamente a la papelera. De ser un único trazado y estar justo en medio, pasamos a formar parte de una red donde prácticamente está todo el mundo. ¿Ganamos o perdemos? Más bien lo segundo, quedamos arrinconados, justo donde siempre nos situó la historia.

Además ¿hay dinero para tanto? ¿Si en 2003 se fijó el corredor 16 como único trazado y pasados ocho años no se ha ejecutado, quién se cree ahora que el Gobierno vaya a abordar todo un mallado de vías que, ya ha reconocido el propio Ministerio de Fomento, le cuesta 7.000 millones de euros anuales hasta 2020? Europa sólo aporta entre un 10 y un 20%, el resto son con cargo a unos presupuestos ya restrictivos y que, con la que viene, serán peores en años venideros.