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Antonio Cid de Rivera

La Trastienda

Ibarra señala la puerta

Las declaraciones de Ibarra del pasado jueves, señalándole a todos los socialistas que han perdido las elecciones de manera escandalosa dónde está la puerta de salida, demuestran que ya no está sentado donde él mismo se colocó: «En el último asiento del autobús». Los dos frenazos seguidos que ha sufrido el partido, el primero el 22-M y el segundo el 20-N, parecen haberle empujado hasta los primeros asientos, cuestionando directamente a quienes llevan el volante.

En el caso de Extremadura, el conductor es su hijo político, Guillermo Fernández Vara, quien ha dicho que aprendió todo lo que sabe de él. Sin embargo, a la vista está que, de un tiempo a esta parte, parece haberse olvidado de todo, de lo contrario no se explican las diferencias públicas que viene demostrando quien, avisaba, estaba unido a su hijo por un cordón umbilical con el que podían ahorcar a alguien.

En menos de cuatro meses le ha dado a su sucesor dos dolorosos avisos, de esos que molestan sobremanera puesto que se dan en público y a ojos de todo el mundo. Ibarra se quejó dentro y fuera del partido de la acción de gobierno de Vara, con su política de pactos con Monago, la cual no había beneficiado a su juicio al PSOE, y de la campaña electoral que se desarrolló después, muy presidencialista y desde su punto de vista sin transmisión de ideas ni proyectos.

Vara no dijo nada entonces, sólo transmitió respeto, y ahora cuando indirectamente le cuestionan casi tampoco, con tibieza se limita a decir que Ibarra es profundamente crítico con su gestión, pero que quienes tienen que juzgarle son sus compañeros en el próximo congreso.

Que el PSOE está en crisis lo sabe todo el mundo. Y que el futuro del partido pase por reivindicar el pasado y apoyarse en perdedores pone el horizonte aún más que negro, pero plantear un cataclismo como parecen querer algunos para comenzar casi desde la nada, con una gestora como órgano director, pone las cosas todavía peor. Y en Extremadura no digamos. ¿A quién se confía el partido? ¿Al pasado ganador? Porque los nuevos no le acaban de gustar a los veteranos. Si los tiros van porque hay que reinventarse para volver a captar el interés de la gente no parece muy lógico que los padres sucedan a los hijos. ¿O sí?

Hoy por hoy, lo mejor que le podía pasar a Vara es que, dadas las dos derrotas electorales sufridas durante su mandato, tanto las autonómicas de mayo como las nacionales de ahora, le saliera un competidor. Si perdiera el congreso que se convocara al efecto, previsto para después del federal, no tendría más remedio que marcharse a casa, pero si lo ganara asentaría un liderazgo que en la actualidad está cuestionado por algunos sectores.

El poder lo dan las urnas y, en su defecto, los congresos. En el seno de la familia socialista extremeña es verdad que hay diferencias. Cuando un partido gana, todo el mundo chitón; cuando pierde, como el perro flaco, todo son pulgas. Si no, que se lo digan al PP extremeño, lo que era cuando perdió las elecciones en 2007 y lo que es ahora en 2011 habiéndolas ganado.

Sin embargo, estas diferencias todavía no se han escenificado o, mejor dicho, personificado. Suenan nombres, pero cuando se les cuestiona directamente ‘oye, ¿vas a dar el paso?’, todos dicen que no; vamos que son de Vara, o casi. Si alguien decide ser alternativa tiene que ser alentado por gente de peso político, como Ibarra, que lo tiene aunque sólo sea militante de base. De lo contrario, es un cadáver antes de empezar.

Para medirse al aparato uno tiene que tener muy medidas sus fuerzas, si no corre serio riesgo de ser defenestrado. Los perdedores de elecciones pueden volver a intentarlo, los perdedores de congresos nunca.

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Sobre el autor

Periodista de HOY. Analista político.


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