Tres situaciones y un resultado: que aún seguimos sin presupuestos y la pinta que tiene es que tardaremos en tenerlos a pesar de haberlos presentado el Gobierno esta semana

Uno. Izquierda Unida, también conocida como la casa de los líos, está que arde, y la batalla desatada en su seno cada vez pinta peor con la mitad de su presidencia dimitida. No pasaría nada si no fuera porque sus tres diputados en el Parlamento regional vienen a representar el sostén de un gobierno en minoría, cuyos dirigentes han decidido darle la exclusiva de su interlocución. Estar pendientes de un hilo o al albur de quien vive una constante contradicción es un problema. Y en política mucho más, pues no deja de ser un sinvivir que quien ha permitido que uno gobierne diga una cosa y la contraria en menos de 48 horas. El coordinador general de la formación, Pedro Escobar, pasó de asegurar que arreglarían los presupuestos presentados por el PP en la Asamblea a presentar una enmienda a la totalidad y ponerlos a parir.

Dos. El gobierno popular parece reñido, o al menos descoordinado. Porque digo yo que el consejero de Economía se dedicará a algo más que a ponerle la grapa a los presupuestos que le envía el resto de miembros del Ejecutivo. Monago hace el esfuerzo del siglo de presentar unas cuentas públicas con un recorte bastante inferior al del resto de comunidades autónomas y van dos de sus consejeros y lo fastidian quitándole a la Universidad de Extremadura 22 millones de euros, 3.600 millones de las antiguas pesetas. Al rector no le llegaba la camisa al cuello cuando se enteró y, como alma que lleva el diablo, se plantó en Mérida diciendo aquello de que «oye, oye, que te doy las llaves y la llevas tú». De forma sorprendente, el consejero Antonio Fernández le echó la culpa a la consejera de Educación, quien, a su vez, habrá matado al pobrecito de su departamento que haya decidido meter la tijera sin conocimiento. Extraño cuanto menos.

Tres. En el PSOE siguen buscando al culpable del naufragio al margen dela crisis. Estasemana ha salido María Antonia Trujillo, exministra de Zapatero y ‘exvarista’ desde que le dijeron que no iba en la lista al Congreso, tocando la bocina y tratando de echar de la carretera a los perdedores de las elecciones, lo mismo que el exsenador Juan Antonio Álvarez y el mismísimo Ibarra la semana pasada. Difícil oposición puede hacer un partido que sigue mirándose el ombligo, y sus dirigentes la espalda, a la vez que se vigila al gobierno y, de paso, a sus colegas de Izquierda Unida. Cuatro ojos en vez de dos.

Y cuatro. Extremadura sigue al ralentí por culpa de todos. Los presupuestos presentados ‘in extremis’ y con permiso de Génova esta semana quizás tengan que volver para atrás bien porque los retira el Ejecutivo por mal hechos, bien porque no pasan el trámite de mayorías parlamentarias.

El PP debería haber negociado las cuentas antes de presentarlas pues no parece lógico que dos enmiendas totales hagan presuponer un apoyo o abstención posterior cuando se pase el trámite y se llegue a las enmiendas parciales. Es bastante improbable que PSOE o IU decidan cambiar de postura y arrimen el hombro como ha solicitado Monago tachándoles de irresponsables. Si no se les da participación y, por consiguiente, no se cede en ningún aspecto, difícilmente se va a conseguir que luego le toquen las palmas.