En el seno del PP lo llaman ‘política en movimiento’, pero no es otra cosa que ir a pescar votos en los caladeros electorales del PSOE. Los populares extremeños andan crecidos. Por la coyuntura que reina en el país creen tener alguna posibilidad de desbancar a los socialistas el año que viene y han planteado toda una estrategia de actuación perfectamente diseñada. Opinan que una vez consolidado el voto urbano (dan por segura la victoria en Badajoz y Cáceres, y creen poder alcanzarla en Mérida y Plasencia), tienen que echar el resto en las poblaciones medias, aquellas que se sitúan entre los 5.000 y los 20.000 habitantes, justo donde el PSOE les da cada cuatro años un auténtico revolcón en las urnas.

No en vano, los municipios más pequeños, los que se sitúan entre los 1.000 y los 5.000 habitantes, se los reparten a la par entre el PSOE y el PP. Es en cambio en los más grandes, en Castuera, Herrera del Duque, Villafranca, Llerena, Olivenza, Trujillo, Miajadas, Montijo y Coria, entre muchos otros, donde sufren debacle tras debacle.

Según cuentan, la solución pasa por buscar buenos candidatos locales que arrastren votos para el líder regional, puesto que está comprobado que un escaso índice de votantes separa las papeletas municipal y autonómica; y lucir al cabeza de cartel por todos lados: primero y fundamentalmente para que se le conozca, y segundo para demostrar que es un hombre llano y hecho a sí mismo, uno de los factores que quiere explotar el PP extremeño tratando de alejar viejos tópicos de ser una formación de ‘señoritos’.

José Antonio Monago dispone de un nivel de conocimiento mucho menor que el de Guillermo Fernández Vara, eso es más que evidente. En el PP creen que los índices actuales de popularidad son más que suficientes, pero en el PSOE consideran que su contrincante tiene un serio problema en este sentido. El caso es que éste debe exhibirse mucho y de manera constante si quiere que su foto y su nombre se identifiquen en los carteles electorales de mayo del año que viene.

En política, y a la hora de elegir el voto, influyen las ideologías, pero las simpatías o empatías por un candidato concreto son muy importantes. Entre la verdad y la leyenda se cuenta que cuando José Bono acudía a un pueblo de Castilla-La Mancha apuntaba después en un ordenador portátil los nombres de la gente con la que había hablado, así como un resumen de los problemas y vivencias relatadas. ¿Para qué? Para que cuando volviera meses después pudiera leer lo escrito anteriormente y llamar a la gente por su nombre, a la vez que preguntarle por sus penas.

A la gente que un líder que busca su voto le llame por su nombre es muy importante y que le escuche mucho más, pero en la cabeza de un político no cabe toda una comunidad autónoma. Este ‘populismo’ hay que camuflarlo, disimularlo. Es llamativo el número de besos y apretones de mano que dispensa Vara cada vez que visita un pueblo, así como su cercanía con la gente, pero Monago ha decidido seguir este patrón a pie juntillas. Sus paseos por los mercados de abastos saludando a la gente, a los centros de ancianos o las cooperativas agrícolas no son gratuitos, buscan precisamente este efecto.

Monago y su séquito más cercano juegan con estas cartas, en el convencimiento de que las encuestas que se cuentan en los ambientes políticos estos días (el PSOE ha actualizado la suya en septiembre donde se indica que vuelven a revalidar la mayoría absoluta) no dicen toda la verdad. Quedan seis meses, una precampaña en toda regla que el PP ya ha comenzado.

Creen que haciendo bien los deberes y no metiendo la pata, lo demás vendrá de carril. Hay que considerar que la crisis y el paro han hecho mella en las familias extremeñas y si en las ciudades su efecto se ha notado, en los pueblos ha sido demoledor. Dicen abiertamente en el PP que eso se nota cuando un candidato de la oposición llega ahora a un feudo claro del PSOE y se le saluda. No hace mucho hasta se le daba la espalda.