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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

EL CLAN DE LA TORTILLA

 

El Clan de la Tortilla

El Clan de la Tortilla

 

El picnic me da tiricia. Si puedo elegir evito los modales del conejo. Otra cosa es la romería, compendio de virtudes raciales. O la lumbre pastoril, a la que tanto debe el recetario patrio. Pero comer en el suelo por vicio, no.

Era 1974. Venían de perder una votación en una asamblea del partido. El PSOE, claro. Era domingo. En un pinar a las afueras de La Puebla compartieron tortilla, naranjas, queso y cerveza. La cerveza era Cruzcampo, indubitado. El queso no debía ser gran cosa a juzgar por lo mucho que sobra y lo poco que se le mencionará “a posteriori”. Las naranjas lucen gordas y lujuriosas. Pero ¿y la tortilla?… ¿Hubo en realidad tortilla? La sacrosanta tortilla española da nombre al clan, pero, sin embargo, no aparece en la fotografía. ¿Se la han comido ya? La doctrina se divide.

Lo cierto y verdad es que tortilla hubo. De Goya para acá no hay merienda campestre en esta vieja piel de toro que no tenga a gala su propia tortilla de patatas. Felipe González y sus apóstoles no podían a ser menos. Uno de los presentes, Josele Amores, lo afirma con rotundidad. Hubo tortilla. De patatas, por supuesto, y con mucha cebolla. Al parecer, y según el citado confidente, a Isidoro ya por entonces se le iba la mano con la cebolla. ¿Hizo entonces el propio González la tortilla? Es una hipótesis.

La historia se escribe a mesa y mantel. Es quizá lo que a todos más nos hermana. Comidas de negocios, comidas de amigos, comidas de partido… Con o sin mesa, con o sin mantel, Felipe ya se sienta en el trono. Luis Yáñez estrellado, apunta maneras de gafe. Manolo Chaves ruge, melena de león. Alfonso Guerra no necesita cuchillo,  pela la naranja con las manos. Siete hombres y siete mujeres, ejemplo de paridad. José Rodríguez de la Borbolla, las dos Cármenes, Romero y Hermosín. La cámara era de Pablo Juliá, pero disparó Manolo del Valle. Era 1974, eran jóvenes y querían darle la vuelta a la tortilla. Luego entre nosotros habitó la “gauche caviar”. Pero esa ya es otra historia.

Pinares del sur. Humildes viandas. En eso les doy la razón, en la humildad de la tortilla de patatas, en la dulce caricia de la naranja, es más intenso el aroma a libertad.

 

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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