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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

LA HORA DEL VERMÚ

 

 

Landrú era aficionado a tomar “vermout” a deshoras. No mucho más cierto debe ser  eso de que  Hipócrates añadiera al vino por vez primera flores de ajenjo y otras medicinales hierbas. El vino resultante, llamado vino hipocrático, lo mismo curaba la tos que las penas. Tarde en todo caso para Madame Landrú. Sea como fuere, vinos macerados calientan los gaznates de Europa desde que el vino es vino. Eso sí, el nombre de vermú es de ascendencia teutona. Ajenjo o “vermut” en alemán.

Pero el vermú, se quiera o no, siempre será piamontés. Dicen que lo parió el señor Marendazzo. Era este tal Marendazzo propietario de una bodega en la Piazza Castello de Turín. Uno de sus empleados, Antonio Carpano, se trajo de Bioglio Biellese una mixtura atribuida a su vez a unos frailes de por allí. Venía a ser vino blanco, de no demasiada calidad, aromatizado con hierbas y especias maceradas en alcohol y finalmente endulzado con azúcar. Es precisamente el azúcar en forma de caramelo lo que da a la mezcla su característico color rojo. Este vino, fortificado por tales maceraciones, alcanza fácilmente los 20 grados. Esto ocurría en 1786 y desde entonces el Café Marendazzo de Turín presume de ser cuna y arrullo del vermú.

Parte del éxito tuvo que ver con unas botellas que le fueron regaladas al, por aquel entonces, rey Vittorio Amadeo III. Gustó al monarca la ocurrencia y lo demás vino por añadidura. En todo el Piamonte se popularizó la bebida y fueron muchas y muy notables las casas que desde entonces lo elaboran y comercializan. Cinzano desde 1816,  Martini & Rossi desde 1847. Todo vale: ajenjo, quina, jengibre, melisa, clavo, azafrán, vainilla, artemisa, canela, genciana para los bíter,…

En España se preparaban, y aún se preparan, magníficos vermús caseros, pero solo es a mediados del siglo XIX cuando comienza en Reus la producción industrial. Y es que hubo un tiempo en que salir a tomar el vermú era parte de la vida cotidiana de los españoles. Hoy los tiros van por otro lado. La cerveza puede más, pero el vermú sigue anidando a medio camino entre la elegancia y el placer. No olviden tomar de vez en cuando un saludable y vitamínico vermú. Solo con hielo o rebajado con un poco de agua a modo de sencillo refresco para las canículas. Y, por supuesto, no olvide las aceitunas. O las anchoas, si el bolsillo estuviera rumboso.

 

Casa Castro (Algeciras)

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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