A Tony le gusta Marraquech. Tiene querencia por los atardeceres rojos en las murallas rojas de la Ciudad Roja. Un día me preguntó por el camino al Atlas. Al aterrizar se lo dije. Tony,… viajar es coleccionar siestas. En Marraquech tengo entendido que abundan los harenes. ¡Siestas en los harenes de Marraquech! Suena divertido. A ustedes no se lo puedo contar. ni a Tony. ¿Por dónde íbamos? En el aeropuerto, sí, poco antes de la siesta. Después de comer, seas moro o cristiano, una siesta.
No es lo mismo la siesta de cucharón y fabes que la humilde cabezadita que sigue a las dietas del hambre. Pero la siesta, se mire por donde se mire, es fundamento y moraleja esencial de las pitanzas ibéricas. Y, sin embargo, también en Marraquech se duermen unas siestas de bigote. Lo mismo en los humildes riads de la medina que en los salones principescos de La Mamunia. Si se me permite opinar sobre siestas diré que no creo que haya siestas como éstas últimas. Nada como dormir la siesta en esta leyenda disfrazada de hotel de la mil y una noches. En sus salones, en sus jardines; cabezaditas de sol y sombra, según convenga. A La Mamunia, por favor, repitió Tony. Y se le pasó por alto regatear el precio con el taxista.
Fuera, entre polvo y ruido, vive agitadamente la Ciudad Roja. En babuchas. A dos ruedas. Sin repuestos, ni recambios. Aguadores de la plaza Jemaa “El Fna”. Turistas al pie del minarete de la mezquita. La Kutubia, la hermana gemela La Giralda. Un fuerte olor a canela y azahar; la promesa de llegar pronto a Tombuctú. Desde los jardines de La Mamunia se ven montañas nevadas del desierto. No es indoloro olvidar Marraquech. Uno de los bares del Hotel se llama Churchill, en recuerdo de Sir Winston. El viejo bulldog prefería scotch, Johnny Walker etiqueta negra; y a deshoras, un pelotazo de ginebra cortada con Martini. Pero si pide un Sir Winston en La Mamunia le servirán un Tanqueray helado con champagne y un golpe, casi coquinario, de mejorana. Y mientras Tony bebe, en la piscina se baña una norteamericana vestida de cangrejo. Bajo un fez rojo unos ojos negros la vigilan.
La Mamunia es el susurro, la elegancia tranquila, el milagro de la siesta en la ciudad bulliciosa. La Mamunia. Echando la siesta desde 1923.