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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

GAZPACHO DE CEREZAS

Gazpacho de cerezas de Martín Berasategui

 

Las cerezas están hechas de pecado. Un pecado tan dulce como la pasión de morderlas. Una a una. Por placer. Tocarlas. Por placer. Balancearlas del rabo suavemente, descuidadamente, para luego recogerlas en la palma de la mano. Olerlas. Lentamente. Abrazarlas. Meterlas en la boca. Hasta el fondo, como si la tierra te penetrara. Cerrar los ojos. Entre la vida y la muerte. Hasta envenenarte con sus besos.

Hoy, en el Jerte, río angosto, la flor anuncia el triunfo de la primavera. Desde 1352. Al menos eso he leído. No sé si será cierto. En Navarra gobernaba Carlos II, el malo, en Castilla Pedro I, el justiciero. Camino de Sevilla iban los embajadores navarros. Al pasar por Cabezuela del Valle fueron agasajados con truchas y cerezas. No estuve allí, pero si lo cuentan será verdad. Como diría Beltán Duguesclín, “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Cerezas del Jerte, desde 1352. Ese mismo año, Pedro y María de Padilla se enamoran. En 1352 Enrique de Trastámara se levanta en armas contra su hermanastro, el rey. Al final, en los campos de Montiel, fue el francés, Duguesclín, quien decidió el combate a favor de Enrique. No lo niego, le he tenido querencia a Pedro. Para mí será siempre el justiciero, no el cruel. Al fin y al cabo, es el legítimo rey. Se dice que los embajadores navarros van camino de Sevilla. Puede que para entrevistarse con el rey Pedro. Nada más sé, hoy, de aquel viaje. Carlos, el malo, que lo era, traiciona a los unos y a los otros. Todo sea por el trono de Francia. Aquí, a orillas del Jerte, todavía los cerezos son menos que los castaños. Han pasado muchas cosas desde entonces, pero las cerezas siguen siendo la más inocente forma de pecar.

Un ejemplo, el gazpacho de cerezas que prepara Martín Berasategui. Cerezas, melón y albahaca. Si pueden échenle un vistazo en internet. Otra forma, y van cientos, de pecar con cerezas. Sencillo, majestuoso. Como para un rey. Desde Lasarte, entre Navarra y el Jerte. En Montiel el puñal penetró por costillares. Luego le cortaron la cabeza. Rojo cereza. Como si fuera un gazpacho de cerezas de los que prepara Martín Berasategui.

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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