Hubo un tiempo en que quise ser como Pepe Risi. Fue duro descubrir que me faltaba madera de “guitar hero”. Hay tipos que solo sangran rocanrol. Descomunales como un riff de Chuck Berry. “Like a shot”. Un segundo single con aire de premonición. Corría 1975 y sin vivir en Madrid no lo entenderás. Pepe Risi era uno de ellos. Risi por el muñeco de las patatas, claro. Dicen que Pepe se le parecía.
Eran tiempos de porritas. Mañanas del rastro. Sol y sombra. De un trago. Olor a coliflor en la escalera al volver a La Elipa. Cuando eres el hijo de la portera sueñas con escapar del barrio. Patear el centro de Madrid. Vivir al filo. Como un huracán. Veneno y antídoto a la vez. Chupa de cuero y gafas negras. Burning, así leído. Sin florituras de academia. Con una “u” más grande que la M-30. Una sola noche de pasión bastaba. Aquellos garitos de Malasaña, de la Vía Láctea al King Creole, calles mojadas, bocatas de sardinas a cuarenta pesetas, antes de que los kebab y las baguetes se sacaran los papeles de residencia,… aquellos mis buenos amigos, ¿dónde estarán?
Pepe era un una estrella del rocanrol. Y un gran cocinero. Puede que no lo sepan, pero nadie como él preparando espaguetis al costo. No se puede decir que fuera un plato tremendamente elaborado, pero tenía el gracejo castizo del propio Risi. Enganchado al rocanrol. A jornada completa. Hasta que aprendió a volar. Algún día deberíamos escribir el recetario del rocanrol.
A Pepe se lo llevó un mal viento. Murió en los brazos de Johnny, al menos en eso tuvo suerte. Sonaban los Stones, seguro. Le enterraron con una botella de Jack Daniels en la diestra. Porque Pepe se bebió la vida de un tirón. Unas copas y unos amigos, un poquito de rocanrol, porque cuando todo vaya mal, mueve tus caderas, una y otra vez, una vez más. ¿La vida? La vida es un atraco, nena… ¡Ei, nena! Ahora que él está muerto y que yo estoy en el camino de morirme, recuerdo aquellas palabras mágicas que aún retumban en mis oídos de veinte años, “ei, chicos,… un buen concierto de rocanrol no acaba nunca antes de hacer… ¡Johnny B. Good! “. ¿Te acuerdas, Alfonso?