Esta es una historia curiosa. Tiene su prefacio en Herón de Alejandría, ingeniero y matemático, allá por el siglo primero de nuestra era. Sabio inventor de tal talla que solo puede compararse con Leonardo Da Vinci. El listado de sus inventos es sorprendente, e incluye, incluso, la máquina de vapor. Es autor también de “Los Autómatas”, obra fundacional de la robótica. Y en lo que nosotros toca, fue el creador de la primera máquina expendedora de la que se tiene noticia; un ingenioso aparato que, utilizando un sencillo mecanismo, permitía, tras introducir una moneda, dispensar una pequeña porción de agua bendita en los templos de Alejandría.
Las máquinas expendedoras no volvieron a interesar sino a finales del siglo XIX. Alemania fue pionera en su uso. En las exposiciones universales de aquellos años era frecuente encontrar artilugios, más o menos complejos, destinados a servir todo tipo de productos, fundamentalmente alimentos: café, chocolate, galletas, chicles de colores,… Las máquinas de tabaco llegaron después, ya bien entrado el siglo XX. Pero en esta historia de las máquinas expendedoras y el comer merece especial reseña Horn & Hardart. Joseph Horn y Frank Hardart abrieron en 1902, en Filadelfia, el primer restaurante autómata, es decir, servido por máquinas. Su pronto éxito les permitió tener en pocos años más cien nuevos restaurantes. Su imagen, un local de vanguardia, lujoso y repleto de ventanillas con de todo tipo de viandas, pasó a la historia culinaria de aquella nación y, en concreto, quedó vinculada a la capital neoyorkina. Un lugar para ver y ser visto repleto de sándwiches, crema de espinacas, pastel de arándanos, empanada de pollo, café, por supuesto, y el plato estrella, los macarrones con queso. Horn & Hardart es parte del “american way of life”. En los años sesenta, coincidiendo con la llegada de las grandes cadenas de hamburgueserías, Horn & Hardart fue decayendo y acabó cerrando en 1991 su último local en Nueva York. Un nuevo concepto del fast food se había impuesto. Hoy, algunas de aquellas máquinas de 1902, se exhiben orgullosamente en el Museo Nacional de Historia Americana. Es una buena manera de honrar al viejo Herón.