Ian Fraser Kilmister es el dios de una de las sectas más poderosas del rock’n’roll. Además de eso, y a ratos, bajista todopoderoso, frontman, careto horrible de la más ruidosa de las bandas: Motorhead. Lemmy, el bajista de los malos hábitos. Más rápido es como mejor suena. Muerta la carne en diciembre del 15, más de cuarenta mil firmas pedían en change.org que a la mezcla de Jack Daniel’s con cocacola, uno a cinco, coronada en piel de limón, se le llamase, en señal de reverencia, lemmy. Lemmy goes to the pub. Jack Daniel’s en el “Rainbow” de los Ángeles; un bareto a dos cuadras de su casa, en Sunset Boulevard. Allí bebe mientras se las tiene tiesas con la tragaperras del fondo. ¡Cuidado, Lemmy, te puede sentar mal! Ey, chico,… recuerda,… son cinco los mandamientos de la ortodoxia metalera,… a saber, Marlboro, speed, Jack Daniel’s, strippers y rock’n’roll.
Y las plegarias de los enamorados de los decibelios de la cabeza tractora, del rock de aspirina, del surf en olas de bourbon, fueron escuchadas. El pasado 10 de enero la revista “Food & Beverage”, la que corta el bacalao del bebercio en los USA, decidió santificar con el nombre de lemmy al jack and coke de toda la vida. ¡Bomber! Cruz de hierro al canto. ¡Ace of spades! Y para remate la empresa Jack Daniel’s, desde Memphis, Tennessee, pone en el mercado una edición especial, single barrel, con el nombre de Motorhead a noventa y nueve euros botella. ¡Agotado de salida! La tormenta perfecta. El legendario rocker y Jack Daniel’s. Así es la vida. Lo decía el propio interfecto, “aparentemente soy indestructible”. Y tenía razón, solo aparentemente. Pero recuerden, amantes en cuero negro, no sleep ‘til Hammersmith. Camarero,… un lemmy, por favor.