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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

LA SERVILLETA DE PITI ALCÓN

Extraído de

 

 

En cuestión de servilletas Piti Alcón es un pozo de sabiduría filipina. Y no solo de servilletas. Piti sabe de anfitriones e invitados como no sabe nadie. No hay ceremonia que no oficie. Las más altas jerarquías han pasado por su agenda. Casa Real incluida. Jefes y jefecillos de Estado. En general, todo lo que se ha movido por Extremadura en los últimos años. Así que, como era de esperar, el pasado lunes se llenó el salón de La Económica de Badajoz para recibir su magisterio. Asistí ensimismado.

Habló Piti del protocolo en las mesas navideñas. Y es aquí donde he de desplegar las servilletas del desacuerdo. Según la oradora no es de recibo anudarlas al cuello de la camisa. Regla de urbanidad y protocolo que respeto, pero matizo. Sí, pero. Curiosamente esto ha ido variando con el tiempo. Y, en mi modesta opinión, a peor. Se ha impuesto el corsé de lo elegante sobre la libertad de la gula no atemperada. Tengo pruebas. Ya en el manual de urbanidad de Don José Osés, publicado en 1915, se recomienda a los caballeros prender la servilleta del cuello de la camisa. Fuera de damasco, de hilo o de algodón. Lo mismo daba.

Y qué decir de nosotros los vascos, y de todas las sociedades gastronómicas que en el mundo han sido. Sin una servilleta anudada a modo de babero no hay mesa que se precie de serlo. El chuletón se viene abajo y el besugo resulta insípido. Cuando uno entra en el txoko lo primero es quitarse la chaqueta, lo segundo remangarse la camisa y lo tercero colgarse la servilleta cual bandera de atracón y pendencia culinaria. Es el triunfo del buen yantar. ¡No hacerlo es pecado! Luego vendrá el vino, el abrazo y la canción. Pero sin servilleta, no. La vida es más bella si una servilleta cuelga del gaznate. Si volvemos a ser niños. Digan lo que digan los manuales de urbanidad de hoy. Lo otro no son comidas, son, o mero negocio, o patéticos dramas familiares.

En fin. Dejo a la diestra del plato mi servilleta. Es el momento del café. Pues eso. Que me voy a tomar café. Artículo terminado.

 

 

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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