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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

SARDINAS MUERTAS DEL MAR VIVO

Botado como Infanta Cristina, en 1929, con el advenimiento de la II República, pasó a llamarse Ciudad de Cádiz .
Al pie de las pirámides.

 

En 1933 el Presidente de la República, Don Niceto Alcalá Zamora, inauguraba la nueva facultad de Filosofía y Letras. La primera que se trasladaba a la Ciudad Universitaria ideada por Alfonso XIII. Allí, Manuel García Morente, decano ejemplar, impulsó una enseñanza de vanguardia al socaire de los principios de la Institución Libre de Enseñanza. En ese orden de cosas, ese mismo año, organizó el mítico crucero de estudiantes y catedráticos por el Mediterráneo. Soberbio, memorable y nunca repetido viaje de estudios por los yacimientos arqueológicos del mundo antiguo. Los alumnos, hombres, pero también muchas mujeres, fueron elegidos entre los de mejor expediente académico. Casi doscientos. El listado del pasaje reúne nombres aún ocupan lugares de relieve en la historia de nuestras letras. Embarcaron en el Ciudad de Cádiz y durante 48 días tres generaciones de arqueólogos recorrieron el Mediterráneo en santa hermandad. El barco se convirtió en aula y en sus salones, como en una acrópolis griega, se impartió sabiduría y libertad. Al frente, el propio García Morente y el también catedrático José Ferrandis.

Aquella bullanguera tropa juvenil tuvo ocasión de escribir sus propias andanzas, anécdotas gozosas y hasta de cerrar algún compromiso de matrimonio. Cartago, Damasco, Jerusalén, Estambul, El Cairo, Atenas, Nápoles, Esmirna,… De aquel viaje, hoy les traigo la minuta del homenaje que a la vuelta, el 10 de noviembre, se rindió a los dos preclaros profesores antes citados. Minuta que tomo de Belén Laguía en su obra “Memoria Gráfica del Paladar”. Menú repleto de humor universitario que anunciaba platos tan simpáticos como sardinas muertas del Mar Vivo, ensaladilla rusa a lo náufrago, sefarditas verdes de Jaifa, philetón boeion Apis, agua de veras y moka de La Meca.

Pero la guerra marchitó su juventud. El Ciudad de Cádiz acabó sus días tan solo cuatro años después, el 15 de agosto de 1937, cerca de los Dardanelos, hundido por un submarino italiano cuando se dedicaba al transporte de suministros bélicos de Odesa a Barcelona. Triste final para un sueño.

 

 

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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