>

Blogs

Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

MELOCOTONES MELBA

Nellie Melba en el Hotel Savoy.

Nellie Melba en el Hotel Savoy.

 

Escoffier esperaba a la puerta del Savoy. Él era el rey de los chefs, chef de reyes. Ella solía cenar allí. Él estaba enamorado. De ella, claro. Casi veinte años les separaban. Ella poco más de treinta. Él, detrás de sus grandes bigotes blancos, aún amaba. Amaba las cocinas, la magia de la buena mesa, las flores y la amaba a ella. Escoffier, detrás de sus bigotes, nervioso, niño, a la puerta del Savoy.

Ella, la Melba, Nellie Melba en los escenarios, estaba al llegar. Mujer y diva en el mismo paquete. Acababa de reventar los cerrojos de la buena sociedad con la “Elsa” de “Lohengrin”. Escoffier, trémolo en el Covent Garden, asiento tres, fila tres. “Julieta”, “Lucía de Lammermoor”, pero ninguna como “Elsa”. Emocionado, se prometió a sí mismo sorprender a la soprano australiana con una creación digna de ella. Digna de los dos. Al fin y al cabo se amaban. O eso creía él. Al entrar en el Hotel Savoy, besó su mano y la acompañó hasta su mesa.

Londres a sus pies. Un príncipe ruso pidió ser presentado. Bellísima. Joven. Inolvidable. Escoffier aún tenía clavada en sus ojos la escena en que “Lohengrin”, el caballero del Santo Grial, va al encuentro de “Elsa” en una barca tirada por un cisne blanco. “¡Cocinas! ¡Ahora!” Del carrito tiraban dos camareros, en él, las alas de un cisne talladas en un bloque de hielo. Sobre un timbal de plata, entre las alas de hielo, melocotones cocidos, apenas un minuto, sobre un lecho de helado de vainilla. Y todo bajo un manto de azúcar glasé real. La Melba agradeció la ocurrencia. En ese mismo instante un botones le entregaba una nota. Solo un número. “444”. Ella contestó escribiendo: “En quince minutos”. El príncipe ruso abandonó el comedor.

Era 1893. Seis años después, en la inauguración del Hotel Carlton, Londres, ciudad y faro, Escoffier y la Melba volvieron a coincidir. En esta ocasión el cocinero, despechado, añadió sangre de frambuesas al plato, su propia sangre, y una nota para ella. “¿Me permitiría llamarlo “Peches Melba”? Ella le contestó con un número, tan solo un número. “444”.

Otro sitio más de Comunidad Blogs Hoy.es

Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


noviembre 2014
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930