El paparajote está de moda. Palabras que se comen. Al menos en Murcia. Un postre tan huertano y tan sabroso como sencillo de preparar. El paparajote, los paparajotes, porque lo suyo es la ración de dos, es una fritanga de huevo, leche y harina que toma cuerpo y aroma sobre una hoja de limonero en aceite hirviendo. Evidentemente lo verde no se come. Primero porque amarga, segundo porque indigesta. Cuentan que en una ocasión se lo dieron a probar a Tierno Galván y se zampó la hoja del limonero. Con Tierno no tuvieron piedad; en general el murciano gusta de burlar al forastero en su bisoñez haciéndole morder la hoja que tanto amarga. El viejo profesor, educado en extremo, cuando le preguntaron se limitó a contestar con un simple: “Está bueno,… pero parece que amarga un poco”. Una y no más, en general no se tropieza dos veces en el mismo mordisco; luego el paparajote se come y se chupa a la par con gran deleite. El aroma a limón se confunde con la canela y el azúcar en que va rematada la fritura. Y si se quiere ser fiel a la tradición se acompaña con un café de puchero o con una mistela. Sin duda, un postre tan ingenioso como delicioso. Algo de eso han debido pensar los sesudos académicos de la Real de la Lengua, porque el pasado viernes el cartagenero Arturo Pérez Reverte anunciaba que paparajote entra en su diccionario, el diccionario por antonomasia. Del panocho, la jerga del huertano, al castellano universal. El paparajote está de moda. Hoy terminan las Fiestas de Primavera en Murcia, durante una semana el paparajote ha sido santo y seña de las barracas que han tomado la ciudad del Segura. Así sea por siempre, pero nunca olviden que lo verde no se come.