El caballo intenta frenar las grietas que amenazan el derrumbe en la conciencia del visitante (Cáceres 1996)
No las vemos, pero existen. No las miramos, pero están ahí. Hay vidas en ruina que sobreviven aunque nuestras miradas se entretengan en paisajes más agradables. La mirada atenta de Lorenzo Cordero se empeña a veces en mostrarnos el lado incómodo de los vecinos de al lado, los que no miramos aunque su tragedia sea sangrante. En la calle Azucena, de la Cáceres que aspiraba algún día a convertirse en Capital Cultural, la vida no era dulce en 1996, aunque algunos de sus habitantes conservaran la mirada limpia e inocente, como el niño que juega con un caballo, ajeno a las grietas de las paredes y al derrumbe inminente a su alrededor.