El amor por la Virgen de la Montaña es casi genético en los cacereños. El fervor por la patrona de Cáceres se transmite en las familias de generación en generación de forma que la tradición de acompañarla en su bajada y subida a la ermita es una fecha señalada en el calendario alrededor de la cual se organizan multitud de actos y actividades a lo largo del año.
Su procesión, beso del manto, ofrenda floral y otros actos de devoción son fotografiados por miles de personas en cada ocasión, captando los más bellos momentos, los matices, las novedades del año, los detalles… Sin embargo, el fotoperiodista va a las procesiones con la tensión a flor de piel. Sabe que tiene que cobrarse la mejor pieza y para ello hay que tener mucha técnica en la puntería, ser el más rápido para captar el movimiento leve que augura una buena foto, permanecer quieto, ojo avizor, esperando horas hasta encontrar esa imagen que resuma todo: la procesión entera, el fervor de los fieles, la belleza, los imprevistos, y las anécdotas de la jornada.
Por eso la Mirada Atenta de Lorenzo Cordero se fijó en el niño que lloraba a moco tendido porque la lluvia le rompió su ilusión por no participar en la procesión, en sus familiares acompañándole y protegiéndole del agua, en los paraguas que rodeaban la imagen de la Virgen, que salió a la calle a pesar de las inclemencias del tiempo.
Cinco años después de tomar esta foto en la calle Puente Concejo Lorenzo Cordero aún se siente orgulloso de su presa, una bella imagen que no pasará de moda, que se hará clásica porque podía haberse hecho hace 100 años o hace poco al haber captado la esencia de la devoción a la Virgen de la Montaña en la imagen del niño que nos conmueve aún por su sueño truncado de participar en la procesión.