
Una madre agarrando a su hijo durante el desalojo del recinto ferial de Cáceres (22 de mayo de 1992).
Los animales olfatean el miedo, y los buenos reporteros son capaces de cazarlo en sus fotos. Miedo, miedo de verdad, fue lo que sintieron los feriantes que habían acampado en el ferial de Cáceres el año en el que no hubo feria, en 1992, tras romperse las negociaciones con el Ayuntamiento cacereño por falta de acuerdo económico.
Un centenar de familias dormían en sus caravanas en la zona de los aparcamientos y, cuando despertaron, se encontraron con un despliegue de 100 agentes antidisturbios, llegados muchos desde Valladolid, y dispuestos a desalojarlos sin muchas bromas.
Allí estaba la Mirada Atenta, pendiente de los acontecimientos, y sin saber muy bien qué iba a ocurrir, viviendo en sus carnes la tensión que se cortaba en el ambiente. “Nos han metido el miedo en el cuerpo, a toda la familia, a nuestras mujeres, nuestros niños y gente mayor. Ha sido una burrada”, protestaba uno de los feriantes que habló con el periodista J. J. González, compañero de Lorenzo Cordero en este reportaje.
Y el miedo era visible. La Mirada Atenta se dejó atrapar por el estupor de una madre, que agarraba con fuerza a su hijo pequeño, observando preocupada todo lo que sucedía alrededor.
Al final, los feriantes se fueron, muchos protestando, y otros a todo correr por miedo a los agentes. No hubo carga policial. Pero la sensación de estar a punto de ser arrollados por un tanque se le quedó a la Mirada Atenta impregnada en su memoria para siempre.
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Feriantes protestando durante el desalojo del recinto ferial de Cáceres (22 de mayo de 1992).

Un agente antidisturbio ante las caravanas de los feriantes en el ferial de Cáceres (22 de mayo de 1992).