Uno de los trabajos periodísticos con los que más ha disfrutado Lorenzo Cordero en su etapa como fotorreportero de HOY fue el Especial sobre Extremadura en 24 horas en el que recorrió la región de norte a sur, y de este a oeste, para tomar el pulso, imagen a imagen, al corazón de los extremeños.
Kilómetro a kilómetro fue descubriendo los secretos de la belleza y la idiosincrasia de una tierra que nunca duerme, trabajadora y trabajosa, cuyos amaneceres sorprende a los hombres del campo ya en sus puestos, y que se acuesta con ganas de beberse la noche a toda marcha de los jóvenes que aún creen que la vida es eterna.
Con el privilegio del tiempo, que siempre es escaso para un fotoperiodista de calle, la Mirada Atenta fotografió espacios y rincones a los que tenía ganas desde hacía mucho: el despertar en Talaverilla, la gravedad rocosa de los Barruecos, la nobleza de Trujillo, la honradez laboriosa de extremeños que se levantan muy temprano para ir a trabajar todos los días, el paso tranquilo pero siempre en marcha de los últimos habitantes de los pueblos pequeños, en los que ya no hay niños que gritan, sólo la charla cotidiana de los últimos que quedan, de los vecinos de al lado que aún viven en el mismo mundo moribundo.
La fotografía de las mujeres que cosen en el pueblo de Villanueva de la Sierra, en la mágica sierra de Gata, fue la instantánea de esos momentos en los que Lorenzo se detuvo a escuchar, y oyó el lento tic-tac del reloj atrapado en uno de esos mundos paralelos que se conservan en el corazón de la Extremadura rural, en el que el tiempo se desenvuelve a otro ritmo y con distintas razones a las que lo mueve vertiginosamente en las ciudades.
En principio, recuerda Lorenzo Cordero, las dos mujeres sentadas al atardecer en un rincón bello y sencillo del pueblo pueden evocar una imagen de quietud, de aburrimiento, pero en realidad las señoras no estaban nada aburridas: se estaban tronchando, contando sus cosas, disfrutando de su cotidianidad rota por un joven que quería hacerles un retrato, todo un acontecimiento en las tranquilas tardes de verano de su calle.
La Mirada Atenta se fijó en los colores de un paisaje que parece a primera vista monótono, con la calle en cuesta, y las casas viejas, pero iluminado por el verde de la puerta de una cuadra, el rojo y el albero de la pared recién pintada que hace de fondo, la frondosidad fragante de las plantas que se adivinan dentro y fuera de las casas, el colorido chillón de la bolsa nueva en la que la mujer guarda cuidadosa la labor, el sol tranquilo que ya se pone y que todavía regala sombras a los objetos inmóviles…
Cuidadoso en los detalles, Lorenzo Cordero no quiso dejar escapar ese momento en el que la luz se escapa y vuelve oscura la tierra, y sacó de la mochila el perfeccionismo que permite una obra sin prisas. La fotografía la realizó utilizando un flash externo para resaltar los rasgos y el color de la piel de las mujeres a las que captó justo cuando no se estaban partiendo de risa.