Una buena foto es producto muchas veces de la exquisita preparación del escenario, de los objetos, de la luz, del protagonista, incluso de los elementos que aparecen casi por casualidad en la imagen. La diferencia entre el fotógrafo de estudio y el fotoreportero es que el segundo se tiene que conformar, o inspirar, en la realidad pura y dura, sin tiempo para colocar, y a veces hasta sin enfocar de forma correcta.
Es lo que le ha pasado esta mañana a Lorenzo Cordero, que se ha encontrado esta mañana con una foto con mil historias en el interior, pero por no tener, no tenía ni su cámara, por lo que tomó la imagen con su móvil. Sin embargo, nadie que mire la instantánea puede quedar indiferente. La realidad es a veces tan dura que su retrato no necesita ni enfoques ni flashes. Su pura estructura conforma los elementos visuales necesarios para crear arte, en el sentido más místico de la palabra, el que remueve el espíritu humano.
El joven parado, tirado en la calle, quizás ni siquiera se fijó en el cartel que enmarca su desolación, y que lanza mensajes totalmente contrarios a su realidad: hogar, oportunidades, viviendas, préstamos…
Él llevaba sin embargo su propio cartel, escrito con letras pequeñas en un humilde cartón: “No tengo trabajo. Necesito trabajo o una ayudita por favor”.