En la madrugada del Miércoles al Jueves Santo de 2005, en los adarves de la zona antigua de Cáceres, miles de personas se agolpaban para ver el paso de la devocionada imagen del Cristo Negro. Sin embargo, el fotoperiodista no sólo mira lo que miran los demás, sino que permanece atento a todos los detalles. Lorenzo Cordero se quedó prendado del temblor de las antorchas, de la belleza de la cruz de guía de la procesión, de la devoción paciente de los que esperaban durante horas escalados a los restos de las murallas antiguas. La mirada atenta es lo que tiene.