En Cáceres ha sido habitual durante mucho tiempo que los vendedores ambulantes llenaran en primavera las calles cacereñas para vender cerezas y frutas de temporada. A partir de ese momento empezaba el juego del gato y el ratón entre los vendedores ilegales y los policías, que tenían órdenes de impedir su venta sin licencia.
Los primeros solían esconder parte de la mercancía en las inmediaciones del lugar de venta para que los agentes no les retirara el género. Cuando aparecían los policías comenzaban las carreras para ocultar la fruta, y cuando no les daba tiempo, los agentes la requisaban para entregarla a centros benéficos.
A veces, hartos del juego, los vendedores tiraban la fruta por el suelo provocando a los policías ante la mirada de los viandantes. Policías y vendedores se enzarzaban entonces en una madeja que parecía rodar por el suelo sin que la sangre llegara nunca al río.