Caminaba por la calle arrastrando en un carrito de niño una bañera por una calle céntrica de Cáceres, pero era casi invisible. Nadie parecía verla, no se sabe si por incomodidad, o porque cada vez su imagen en nuestras ciudades es cada vez más habitual, y nuestras conciencias aún no son tan resistentes como quisiéramos.
Pero la Mirada Atenta sí la vio, sacó su cámara a toda velocidad y la fotografió antes de que se perdiera entre la gente. Otro día, que no había sido tan rápido, se le escapó la mujer y la foto cuando arrastraba con una cuerda otra bañera, que debe ser un objeto muy codiciado entre los que rebuscan ene nuestra basura. Lo que nosotros tiramos, cada vez más gente lo aprovecha y lo recupera.
Más fácil le resulta encontrar cada día al mismo chatarrero en la escombera de Balpia, donde éste acude, casi sin falta, desde hace años. Espera pacientemente a que lleguen los camiones con los escombros, y empieza su jornada laboral: separar la chatarra valiosa de lo que apenas vale. Lo que él desperdicia lo recuperan los nuevos, los novatos que van llegando y que no tienen experiencia ni la sabiduría del que conoce el trabajo. Antes trabajaban en otras cosas y no se planteaban lo de la chatarra. Le leían en los periódicos, en un relato trivial como éste, y se conmovían, o no. Nunca se piensa que un día nos interesará de verdad subir a un montón de basura para ganar el jornal.
Nunca se piensa tampoco en cómo transportar una bañera grande por mitad de una calle hasta el lugar, para nosotros, desconocido, en que supuestamente pagarán unas monedas por ese trasto viejo.
La mujer de la fotografía ya es una experta. De la cuerda pasó al carrito de niño, quizás también recuperado de la chatarra. Quizás la próxima vez que la Mirada Atenta se la encuentre lleve un medio de transporte más sofisticado. Cuando la necesidad aprieta, Ingenio se hace grande.