La mirada atenta del fotoperiodista permite ver más allá. El buen fotógrafo no sólo ve la noticia, no sólo ve el tumulto, no sólo capta el ambiente. Es capaz de reflejar en sus fotografías los sentimientos, lo que arde en el aire pero no se ve. Acude a un enfrentamiento vecinal, y no sólo oye los gritos, capta la crispación, también se fija en los ojos pacientes del policía, acostumbrado a bregar con problemas como éste y muchos peores. El gesto cansado y de paciencia infinita, fugaz y casi desapercibido para todos en mitad de la discusión, ya se ha hecho eterno.