Existen cuatro tipos de bombillas, que se adaptan a las necesidades de cada habitación. Las bombillas incandescentes son las ampollas de toda la vida y duran unas mil horas. Su luz es cálida y acogedora, por lo que son ideales para crear luz general. Sin embargo, las halógenas proporcionan una luz más brillante y blanca que las convencionales, utilizando la misma potencia. Sus inconvenientes: alto precio, desprenden mucho calor y producen más sombras que cualquier otra bombilla, algo que podrás evitar situándolas en focos dirigidos hacia el techo o las paredes. Los tubos fluorescentes cada vez se usan menos, debido a su anticuado diseño y la baja calidad de su luz. Las de bajo consumo duran ocho veces más que las incandescentes y ahorran hasta un 80% de consumo eléctrico. El mayor gasto energético se lo lleva el encendido.