Antes de llevarte a casa un bolso falsificado de una gran marca o unas zapatillas de deporte que imitan otras bastante más cara, piensa lo que vas a hacer. Estas gangas no son tales, porque a menudo esconden un abuso a otras personas. La Asociación Nacional de Defensa de la Marca (ANDEMA) ha elaborado el decálogo del Mal Consumidor en el que recuerda que con estas compras se enriquece a la delincuencia organizada, contribuye al fraude fiscal y de la Seguridad Social. Además, favorece el tráfico ilegal de personas, la pérdida de puestos de trabajo y la comisión de delitos. Con una adquisición de este tipo, el consumidor hace que el Estado desvíe un dinero que podría emplear en otras cosas, complica el camino de las pequeñas empresas, contribuye al empobrecimiento de la creatividad, renuncia a sus derechos de consumidor y «cae en un vulgar fetichismo».