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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

¿¡Es que nadie piensa nunca en los niños?!

Leía mi menda ayer en las páginas del diario HOY que ya están las librerías pacenses con las reservas de los libros escolares para los niños. ¡Pero por Dios un poco de respiro que todavía no estamos ni en agosto! Como diría Helen, la mujer del revendo Lovejoy en los Simpsons ¿Es que nadie piensa nunca en los niños? ¡Que acaban de terminar el curso hace dos días y ya están recordándoles que ya mismo empiezan otra vez el cole!

 

Desde que uno se va haciendo mayor nota como irremediablemente el tiempo pasa mucho más deprisa, pero deprisa de verdad. En mi época de colegial el verano era un periodo de tiempo tan largo que cuando se presentaba te daba la sensación de que tenías una vida entera para disfrutarlo. Podías jugar con tus amigos (los que no estuvieran de vacaciones) podías irte tu también de vacaciones con la familia, ver mil cosas en la tele, jugar con tus juguetes, leer, aburrirte, contarte los dedos de los pies, rellenar cientos de veces los libros de vacaciones Santillana, y aún quedaban días y días… hasta que llegaba el momento de ir a comprar los malditos libros del nuevo curso.

 

Aquello no dejaba de ser un momento agridulce, pues es cierto que me gustaba el olor de los libros nuevos, me agradaba ojearlos, así como pensar en la idea de un nuevo curso, volver a ver a los compañeros y esas cosas. No obstante todo era un espejismo y los primeros días de curso se tornaban un verdadero infierno. Acostumbrarte otra vez a levantarte temprano era una abominación, lo mires por donde lo mires. Eso sí que hubiera sido motivo de depresión post vacacional, pero como los niños de antes éramos normales y no nos permitían según que tonterías, pues a aguantarse y punto. Observar como acechaba la oscuridad de los días y notar como el frío y la lluvia iban poco a poco adueñándose del tiempo, te hacía deprimirte hasta por lo menos las vacaciones de Navidad. Por eso mi menda no entiende que a finales de julio estén algunos pensando ya en los libros de los pobres chiquillos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aún siento en mi cuerpo la extraña sensación de la última noche de vacaciones, con la mochila preparada para el día siguiente y metiéndote en la cama bastante antes de lo que venía siendo habitual. Pero aún es pronto mis pequeños amigos, disfrutad lo que podáis, que ya habrá tiempo para echarle cara a lo que quede por llegar. Aún así, espero que aquellos recuerdos no destemplen mi cuerpo en esta estupenda mañana de verano. Esta noche seguro que tengo que meterme para el cuerpo un par de LOCH LOMOND para ahuyentar fantasmas del pasado. Guardaré esa mezcla de sensaciones agridulces y destempladas para mis más oscuras pesadillas.

Don de LOCH LOMOND

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