Ayer fui a una entrevista de trabajo. Bueno, mejor dicho volví a otra de tantas entrevistas de trabajo. Aunque uno es afortunado por poder tener hoy en día trabajo fijo, nunca cierra la puerta a futuras posibilidades en la difícil situación que vive el mercado laboral.
La de ayer fue otra de tantas entrevistas que me hicieron perder un tiempo precioso. Ya imaginaba que iba a ser así, pero por aquello de no quedarme con la intriga, o qué es lo que hubiera podido pasar, o bien qué me hubieran podido ofrecer, pues decidí al menos acudir a ver que pasaba.
Lo de siempre, me recibió una señorita simpatiquísima y especialmente zalamera. Tras un rato interminable de espera por fin llegó la responsable, que tras un par de preguntas sin importancia me soltó el mazazo definitivo:
“¿Que piensas del contrato Mercantil?”. Así, sin anestesia y sin nada. “¿Que qué pienso?”. Le tendría que haber contestado que el contrato mercantil es una patraña y que no sé como tienen el morro de ofrecer esos contratos a personas que necesitan trabajar.
También, como no, podría haberle gritado que “pienso” en muchos sitios por donde se podía meter su contrato mercantil. No obstante, acostumbrado ya a la situación ni siquiera me indigné. Por supuesto tampoco contesté, sonreí un poco, me levanté, le ofrecí mi mano y muy dignamente me marché de aquel despacho procurando que no me diera la puerta en el culo al salir.
Lo del contrato mercantil siempre me ha parecido una chufa. Supongo que habrá profesiones donde pueda encajar, no digo yo que no, pero no comprendo como se puede ofrecer algo así a personas que tienen un trabajo indefinido y que pretenden mejorar su situación.
Para el que no lo sepa, le resumo en pocas palabras lo que significa contrato mercantil. Un contrato mercantil quiere decir que no te dan de alta en la Seguridad Social, lo cual no está nada mal para empezar, y que sólo vas a cobrar un baremo de ingresos a raíz de tu trabajo. Esto quiere decir que dependiendo de lo que consigas, cobras… o no cobras.
Hace muchos años, apenas rondaría la veintena, me ofrecieron vender teléfonos móviles. La entrevista iba realmente bien. Estaba seleccionado, podía empezar cuando quisiera, y nos hallábamos en el proceso más importante, el de mi remuneración económica.
Enseguida me explicaron lo que cobraría por cada teléfono vendido. Estaba muy bien pagado, la verdad. Me sacaba una pasta por cada aparato. “con estas comisiones me voy a cubrir de oro” pensaba el menda muy ingenuamente. Al preguntarme si tenía alguna duda yo contesté con una sonrisa en los labios “¿Y de sueldo base cuanto me corresponde?”.
El tío me salió con lo del contrato mercantil y a mi aquello me pareció una tomadura de pelo. Yo no me lo podía creer. O sea que a lo mejor me pegaba un día trabajando 8 horas y si no vendía nada, no cobraba un duro.
“¡Mire usted!” le dije muy serio “A mi el único Mercantil que me gusta es el que está en la calle Zurbarán de Badajoz, donde me tomo las copas los fines de semana por la noche”.
Desde entonces el contrato mercantil me cae gordo, y me indigno cada vez que me intentan colar semejante patraña.
Ya sabéis amigos, antes de cualquier entrevista de trabajo repetid mentalmente este nuevo lema inventado para la ocasión “contrato mercantil…que te den pil pil”.
Ya sé que es simple, y poco imaginativo, y que podría mejorarse, tanto como la calidad de trabajos que nos ofrece hoy en día el mercado laboral. Y ahora, si tienen narices, llámenme y ofrézcanme un contrato mercantil, que verán por donde les sale…el pil pil.