Una de las cosas más bonitas que han dicho de mí en la vida es que tengo sonrisa contagiosa. Estas palabras las dijo de mi humilde persona mi entonces compañero de grupo en LICH, Luis Grajera, para mí el tío Luis, tras una actuación en Salamanca en el año 99. Estábamos haciendo botellón tras una memorable actuación, en el piso de mi cuñada Olivia, que entonces se encontraba estudiando allí y mi menda se quedó frito en el sofá. No es de extrañar, pues fue un día muy divertido pero especialmente duro. Desde bien temprano cargar todo el equipo, furgoneta, viaje a Salamanca, descargar, montar, actuar, de nuevo desmontar, cargar, descargar… Si a ello le añadimos que malcomimos con prisas y que durante la actuación me metí para el cuerpo 8 ó 9 Coronitas con Tequila (que es lo que bebía entonces) pueden imaginarse que tras la euforia de una gran actuación me abandonaran las fuerzas. Me quedé medio sopa en el sofá, y en un momento que me desperté pude oír bien claro a Luis comentarles el tema a los presentes. Decía que era una persona que daba mucha alegría, porque mi risa era contagiosa. No les interrumpí y seguí durmiendo con una mueca de felicidad en los labios, pues ya les digo que es una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca. Jamás hablé con Luis del tema y nunca le dí las gracias, pero aún lo recuerdo como si fuera ayer y siempre, en el fondo de mi corazón le estaré agradecido por sus palabras, ya que yo soy de la misma opinión.
Me gusta la gente alegre. No me entiendan mal, no los confundan con payasos bocazas que intentan hacer reír a base de meterse con las debilidades o defectos de las personas, sino con la gente que de verdad me transmite felicidad y alegría. El hecho de que yo pueda de alguna manera conseguir que alguien se sienta mejor es una recompensa plena. Ya les he comentado que aparte de los muchos comentarios que recibo en este blog, como en mi Facebook, también me envían correos electrónicos, pues tengo puesta una dirección para tal fin:
blogdeenriquefalco@hotmail.com
Sin faltar a la verdad he de decir que hay algunos correos que no hay por donde cogerlos. Me insultan de una manera cruel y desproporcionada, se los juro, me dicen unas barbaridades que no acabo muy bien de comprender. Yo sé que a todo el mundo le gustaría escribir en el diario HOY, y que todos los blogeros de Extremadura querrían tener un enlace en la edición digital de HOY para multiplicar por miles sus visitas, pero eso no es justificación alguna para la clase de insultos con la que me obsequian algunos lectores descontentos, por llamarlos de algún modo. Yo, ya lo saben, siempre trato de responder. Me gusta participar en el blog, no soy el típico que deja el rollo y se desentiende. Me gusta responder a los comentarios y críticas, y participar de alguna manera en los interesantes debates que se forman a veces, pero esa clase de insultos no pueden esperar contestación. Acepto las críticas, pero con un mínimo de respeto, educación y sentido común. No obstante, y sigo sin faltar a la verdad, la mayoría de los correos son muy positivos, y en un 90 por ciento coinciden en una cosa. Les hago reír, les hago un poco más felices. A ellos o a los suyos, y ya les digo, para mí no hay mayor cumplido ni cosa más bonita. Aunque no pueda contagiarles con mi sonrisa sí pudo hacerlo con mis palabras, y les aseguro que no deja de ser menos placentero. Esto justifica todos los esfuerzos para que no pase un día sin que deje de escribir alguna historia para ustedes. Hoy mismo sábado, mientras leen estas líneas, mi menda se encuentra fuera de la ciudad, en una casa rural, disfrutando de la naturaleza, haciendo barbacoas, bebiendo y refrescándose con los suyos. Sin embargo estoy hoy viernes