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Enrique Falcó

ENRIQUE FALCÓ

COMO EN CASA EN NINGÚN SITIO

La verdad es que como se está en casa de uno no se está en ningún sitio. Yo no sé si la comodidad la proporcionará el hecho de saber donde está todo en cada momento, la costumbre de tus muebles o electrodomésticos, la familiaridad de tu baño o la sagrada intimidad que se reserva sólo para los habitantes de la susodicha morada.

No obstante este fin de semana ha sido genial. como ya les comenté ayer, he estado en contacto con la naturaleza, en plena sierra porrinera. Ni ordenadores, ni móviles (casi no había cobertura) y sin televisión, pues aunque disponíamos de ella apenas vimos un rato del partido de ida de la supercopa. La compañía ha sido exquisitamente grata, como siempre, y la casa rural donde nos hemos alojado realmente magnífica y muy bien equipada. La comida ha sido bárbara, y la bebida no se ha quedado atrás. Barbacoas, baños en la piscina, pelea de mangueras, paseos por el campo, charlas hasta bien entrada la noche contemplando la lluvia de meteoritos y LOCH LOMOND en cantidades industriales.

No obstante, ha sido llegar a mi casa hace unas horas y me ha invadido la felicidad. Estoy un poco quemado, consecuencias del astro rey, y apenas he podido cenar debido a la indecente cantidad de calorías ingeridas en forma de pinchitos, chuletas, secreto, tortilla de patatas y demás delicatessen. Un pequeño sándwich de jamón de York ha sido suficiente, y entre nosotros amigos, eso es decir mucho.

Son las dos de la mañana y me encuentro en mi mesa, con mi ordenador, con un buen copazo de LOCH LOMOND y el aire acondicionado a toda pastilla. La ducha de hace un rato ha sido una delicia. Ya les digo que la casa rural estaba realmente bien equipada, pero no sé como explicarles, ha sido llegar a la mía y me encuentro como un rey.

Desde aquí les animo a practicar el turismo rural, ya que en Extremadura es formidable. Pero de corazón les confieso que mi menda no lo practicará nunca por más de dos o tres días, pues tanta narturaleza me tenía ya hasta los guindos, en especial las malditas avispas, que se han empeñado en darnos alguna que otra comida. No obstante ha sido muy divertido, y por supuesto repetiré. Ahora bien, después de tres noches fuera, al notar la comodidad de mi cama, les aseguro que aunque no sé lo que soñaré, seguro que la felicidad que invade mi cuerpo al encontrarse en casa, se transformará en una placentera sonrisa.

Don de LOCH LOMOND

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agosto 2010
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